El 24 de octubre de 1945, las Naciones Unidas se establecieron en la ciudad de San Francisco. Delegados de los 50 estados se reunieron en la Costa Oeste de los Estados Unidos, decididos a establecer una organización que moldearía el destino de la humanidad para alcanzar un “bien mayor”.
Después de los horrores cometidos en la Segunda Guerra Mundial, el concierto mundial de las naciones, y específicamente los líderes del Mando Aliado, consideraron que era importante crear una plataforma inclusiva donde sus miembros pudieran discutir sobre los desafíos más apremiantes de la agenda internacional, con el objetivo de mantener la paz, creando un renovado sistema de seguridad colectiva y promoviendo el respeto inequívoco de los derechos humanos y las leyes internacionales sin distinción alguna.
La ONU se fundó sobre principios universales consagrados en su carta, después de extensas negociaciones entre las potencias hegemónicas en medio del conflicto global. El consenso alcanzado en Yalta, Teherán, y en Dumbarton Oaks llevó a la configuración del actual Consejo de Seguridad, con sus muy discutidos procedimientos de votación de los miembros permanentes y la arquitectura financiera y económica de nuestro tiempo, encarnada en el sistema de Bretton Woods y la creación del FMI y el Banco Mundial.

El orden internacional posguerra estaba destinado a generar una nueva forma de interacción entre los Estados, presagiando una mayor cooperación e interconexión a través del comercio y del intercambio cultural.
Sin embargo, la llegada de la llamada “Guerra Fría” y la construcción del Telón de Acero trajo consigo décadas de división y parálisis dentro del sistema de la ONU, específicamente en la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Se restringió el margen de acción del Secretario General y se confió su financiamiento, incluso simbólicamente, a una sola nación, sentando un precedente problemático.
Desde su origen, la ONU ha experimentado la misma debilidad que destruyó a la Sociedad de las Naciones, principalmente en sus capacidades de ejecución y procedimientos burocráticos en tiempos de división. Las potencias aliadas estaban comprometidos en no cometer los mismos errores que llevó al camino de guerras, invasiones y crímenes contra la humanidad durante la década de 1930. Una vez más, esta nueva organización no fue creada para actuar como un “gobierno mundial”, con jerarquía por sobre los Estados soberanos de Westphalian, sino como un instrumento para que sus Estados miembros armonicen el equilibro de poder de la posguerra entre ellos y específicamente entre las potencias hegemónicas.
Las debilidades estructurales de la organización fueron claras en la discusión entre el oeste dominado por EE.UU. y el este dominado por la URSS, y los Estados nación que fueron parte del movimiento de países no aliados (muchos de ellos surgidos tras un violento proceso de descolonización). No por nada, el representante soviético ante la ONU, Andrei Gromyko, futuro Ministro de Asuntos Exteriores durante mucho tiempo, fue apodado "Mr. Nyet" (Sr. No) por su frecuente uso de los poderes de veto.
El sueño de una “paz perpetua” kantiana estaba lejos, pero al mismo tiempo, la ONU se convirtió en el punto de referencia para discutir y proponer soluciones para reducir la pobreza, terminar con el hambre mundial, proteger el medioambiente y apoyar las necesidades de los migrantes y refugiados. Sus organismos e instituciones jugaron papeles cruciales en la financiación de proyectos humanitarios y en la acción de muchas de sus misiones por el mantenimiento de la paz, no exenta de problemas, fue crucial proteger a la población civil y su herencia cultural. Cada Secretario General (SG) sería juzgado de manera diferente pero, en muchas ocasiones, su posición neutral fue importante para romper con la división de la Guerra Fría y negociar entre las partes afectadas de una manera pragmática y responsable.
La caída de la Unión Soviética en 1991 prometió un futuro de cooperación internacional construida sobre la expansión de una orden liberal global basada en la consolidación de valores democráticos, políticas de libre mercado y un frente común en contra del terrorismo y el cambio climático. Después de décadas de la Guerra Fría, finalmente fue posible imaginarse una ONU en pleno funcionamiento donde sus miembros podían discutir en una plataforma abierta e integral sobre cómo abordar los desafíos de una nueva era como la desigualdad global, el acceso a educación de calidad y el fin de la explotación laboral, en vez de asuntos relacionados a la seguridad y defensa entre estados soberanos.
Más de treinta años pasaron desde la caída de la URSS y la ONU se encuentra en una situación similar a la que existió durante la Guerra Fría. El Consejo de Seguridad (CS) ha llegado a tener “muerte cerebral” debido al abuso de los poderes de veto de parte de China y Rusia, y los miembros de la Asamblea General están una vez más votando en bloques detrás de, ya sea Washington, Pekín o Moscú; y demostrando la necesidad de reformar la ONU y su centro para prevenir futuras parálisis.
Los cimientos sobre los que se construyó la organización después del periodo de guerra no solamente se están quebrantando, sino que están siendo destruidos. Se consideró que la Sociedad de las Naciones fallaría si quería prevenir la Segunda Guerra Mundial después de su mal manejo de la invasión de Mussolini en Abisinia (Etiopía) y la Guerra Civil Española. Actualmente, después de la catastrófica conquista de Afganistán por las fuerzas talibanes, la crisis en Yemen y la terrible invasión rusa en Ucrania, la ONU se encuentra en un límite. Todo el mundo está esperando que la ONU esté a la altura de sus expectativas. Después de todo, los seres humanos alrededor del mundo son sus accionistas, material y moralmente.
Si la ONU quiere honrar las palabras de su Segundo Secretario General, Dag Hjalmar Agne Carl Hammarskjöld, y “salvar a la humanidad del infierno” debería abrir sus puertas a una reforma de largo alcance. Muchos intelectuales y diplomáticos presentaron una diversa variedad de propuestas para los próximos 75 años de la ONU con el objetivo de construir una organización más democrática, diversa, sustentable y activa.
Desde cambiar el sistema de votación en el CS, reducir los gastos de sus órganos e instituciones, presentar documentos más transparentes y accesibles sobre sus programas, tener un SG con más poderes sobre la acción imprudente de los Estados miembro y dar a los países en Latinoamérica, África y el Pacífico una representación más fuerte y más presente de sus organismos, hay mucho trabajo por hacer.
Lo que está claro es la necesidad de fortalecer e incluso reconstruir un orden internacional basado en el Estado de derecho, la autodeterminación y la no intervención están demostrando ser vitales. La ONU debería continuar jugando un papel importante ya que fue creada en 1945 para mantener la paz y seguridad y propugnar el respeto de los derechos humanos. Una reforma inteligente es la única forma de cumplir estos objetivos para volver a ser la plataforma principal de discusión de asuntos internacionales, para construir puentes entre culturas y promover una cooperación global horizontal.
Edición y traducción por Matilde Cordoba Pivotto y Micaela Cirocco