Una filosofía política inculturada y analéctica para la integración regional latinoamericana: en la búsqueda de un nosotros cada vez más amplio
Mg. Luciano E. Bizin (Doctorando en Filosofía)

La pandemia del COVID-19 nos terminó de des-velar (quitar el velo) las estructuras de injusticia social que dinamizan los modos de estar siendo de los diversos pueblos de la tierra, o lo que es lo mismo, los modos de habitar el mundo -inherentemente éticos- que hemos ido construyendo como humanidad con el paso de los siglos. Esta situación ignominiosa, en tanto ofende gravemente el honor o la dignidad de las personas, se manifiesta con mayor evidencia en América Latina, a saber, la región más afectada por el COVID-19 (Naciones Unidas, 2021) y la más desigual del mundo (Gaudin & Pareyón Noguez, 2020, p. 41).
Dicha situación contextual encuentra un agravante que impide pensar en el corto, mediano o largo plazo, una salida sin excluidos. En nuestros días, América Latina se encuentra configurada según esquemas de polarización ideológica que en vez de favorecer los procesos de cooperación e integración de los pueblos (como vía de desarrollo), los amenazan con dinamismos de desintegración sobre la base de modelos sociales, políticos y económicos que, de una u otra manera, prescinden de la alteridad (Malamud & Nuñez, 2021).
Estas tres notas contextuales sobresalientes, de un conjunto más vasto y complejo de causas, nos han llevado a pensar en la necesidad de buscar horizontes hermenéuticos alternativos al actual esquema de polarización ideológica que divide a la región. Nos sentimos interpelados a pensar una nueva política, desde y para América Latina, que sea capaz de favorecer otra concepción del poder, lo social y lo económico, y como consecuencia directa, de los procesos vigentes de integración de los pueblos latinoamericanos (MERCOSUR, CAN, CARICOM, UNASUR, SICA, ALBA, Alianza del Pacífico y CELAC).
Como resultado de dicha búsqueda se decidió publicar una serie de tres artículos temáticos con el propósito de abordar los tres niveles de pensamiento que constituyen toda teoría política: i) el nivel filosófico, en el que se fundamenta una determinada cosmovisión (desde la cual se interpreta todo lo real); ii) el de la filosofía política, en el que se argumenta la comprensión de lo social, el poder y el modo de administración de los recursos; y iii) el de la ciencia política, en el que se interpretan y analizan científicamente los hechos reales.
En la primera de estas tres entregas se discutió, a nivel filosófico, la necesidad de una nueva política en América Latina capaz de ir más allá del esquema de polarización ideológica que actualmente está dificultando la integración y el desarrollo regional. Para lograrlo se recurrió a los aportes de la filosofía inculturada (rama de la filosofía de la liberación) y a la sabiduría popular (su punto de partida), como horizonte filosófico desde el cual pensar una teoría política capaz de proponer una integración latinoamericana sin exclusiones (Bizin, 2021).
Explicitado lo anterior, en esta oportunidad discutiremos a nivel de la filosofía política, la comprensión filosófica del nosotros-pueblo y su metodología, la analéctica. Ambos desarrollos temáticos nos servirán como fundamento para pensar en la tercera entrega, una nueva teoría política, desde y para América Latina, que permita explicar los procesos de integración y desintegración regional vigentes, y al mismo tiempo, dé lugar al surgimiento de propuestas pluriversales (notar que no dice universales), que logren encaminar a la región más desigual del mundo hacia el desarrollo humano integral.
El nosotros-pueblo como base de una teoría política que favorezca la integración y el desarrollo regional sin excluidos
La categoría nosotros-pueblo ha sido ampliamente pensada por la filosofía inculturada, que históricamente, y como rama de la filosofía de la liberación, se desarrolló en diálogo con las tradiciones filosóficas europeas y judeocristianas centradas respectivamente en el ser (y nada) y en el acontecer (otredad o totalidad indefinible que se revela). Esto significa que la presente categoría debe ser entendida desde el horizonte global de interpretación de la realidad que surge de la relación perijorética o de circumincesión entre las cosmovisiones: amerindia y pre-colonial (estar), greco-europea (ser) y judeocristiana (acontecer). ¿Qué implica esto? Que la categoría nosotros-pueblo indica un sujeto uni-plural que está (herencia amerindia) siendo (herencia greco-europea) en un suelo geo-cultural en el que el otro acontece (herencia judeo-cristiana) como lo indefinible que no puedo determinar, ni mucho menos controlar, y que exige una respuesta. Ese otro puede ser el Otro -con mayúscula, lo numinoso- que se revela, el otro (ser humano) cuya libertad le es infinita o indefinible, o lo otro (la realidad, cuya exterioridad también interpela).
A saber, ese estar siendo del nosotros-pueblo sobre un suelo geo-cultural es inherentemente sapiencial y ético, en tanto implica síntesis vitales del sentido de la vida y de la muerte, que se concretizan o no (según las instituciones ético-políticas que se construyen en la historia) en modos específicos de habitar el mundo. En el caso de que las instituciones ético-políticas y ético-históricas respeten ese núcleo sapiencial de los pueblos, estos se desarrollarán sin dinámicas de exclusión; en caso contrario, siempre habrá relegados o descartados.
Esta comprensión filosófica del nosotros-pueblo como sujeto de la sabiduría popular (idea ya insinuada en el primer artículo de la serie) nos lo des-vela como un concepto análogo y no unívoco. Si la univocidad (desde la metafísica del ser) da lugar a conceptos universales abstractos o concretos (según el tipo de racionalidad que dirija el pensamiento: analítica o dialéctica, respectivamente), por el contrario, la analogía, sobre la base de un fondo sobre-determinado (estar) -y no indeterminado como sucede con la equivocidad- da lugar a conceptos pluriversales. Si los conceptos universales abstractos (propios de la línea filosófico-parmenídea) o concretos (propios de la dialéctica hegeliana o marxista) excluyen o niegan lo distinto u opuesto, los conceptos analógicos, por la pluriversalidad o sobredeterminación de sentido que los constituye, permiten la co-existencia de la distinción en la semejanza, o lo que es lo mismo, de la pluralidad en la unidad (Scannone, 1990, p. 29).[1]
Esto nos abre un horizonte de interpretación filosófica totalmente distinto al que estamos acostumbrados al momento de pensar la categoría nosotros-pueblo (generalmente desde una perspectiva socioeconómica), y sus relaciones de poder (política), con respecto a los asuntos públicos y el bien común de toda la comunidad. Los dinamismos políticos, económicos y sociales sustentados en la universalidad abstracta del pensamiento analítico-liberal (regido por el principio de no contradicción que habilita definiciones esenciales) construyen designaciones semánticas acerca de lo civilizado y de que no lo es (cultura-barbarie), y así, resultan excluyentes. Lo mismo ocurre con los esquemas de pensamiento fundados en la universalidad concreta de la dialéctica-marxista (con todas sus variantes históricas), dado que en el proceso dialéctico de negación de la negación (la del oprimido al opresor), se termina excluyendo a la alteridad. Queda claro así, que si los pueblos de América Latina se rigen por alguna de estas racionalidades, no hay posibilidad de lograr una integración regional que no deje a nadie atrás.
El hecho de plantear el concepto nosotros-pueblo como una categoría analógica, y por lo tanto, sobredeterminada de sentidos, (pluriversal) y que da lugar a universales situados (ni abstractos ni concretos), permite vislumbrar caminos de convivencia y desarrollo en el que nadie resulte excluido o descartado. Entender al pueblo como categoría analógica abre las puertas a la posibilidad de pensar síntesis ético-históricas y ético-políticas en las que convivan los semejantes y los distintos (Scannone, 1990, p. 209).[2]
La filosofía inculturada ha profundizado el concepto de nosotros-pueblo desde los aportes del pensamiento de Karl-Otto Apel, Marco Olivetti y Emmanuel Levinas, entre otros. Esto significa que ha interpretado a esta categoría como comunidad de comunicación, a saber, como una comunidad estructurada y dinamizada por el principio de la alteridad en el que existe negación (como en todo proceso de mediación), pero una negación de tipo alterativa (profundizando los aportes de Levinas) que no excluye lo distinto sino logra síntesis nuevas a partir del paso de la primera afirmación por el momento de la negación.
Este proceso de mediación por la negación que no excluye se lo ha denominado analéctico, en tanto implica el dinamismo de la analogía y la dialéctica (Scannone, 2009, pp. 51-54). A nuestro entender, este tipo de mediación de la sabiduría popular (sentidos de la vida y la muerte de los pueblos, y el conjunto de valores que de estos se desprenden) puede sustentar epistemológicamente una teoría política que permita una unidad plural en América Latina.
La analéctica como metodología de una teoría política capaz de favorecer una integración regional sin exclusiones
A diferencia de lo que ocurre en la dialéctica hegeliana, en la que la primera afirmación resurge como totalidad en el tercer momento dialéctico (luego del momento de la negación) sin traer consigo un elemento de novedad, en la analéctica, la totalidad del tercer momento, sí permite el acaecimiento de lo histórica y éticamente novedoso sin exclusión de lo negado. El paso de la primera afirmación a través del segundo momento o negación (proceso de mediación), la transforma en novedad (afirmación eminente o tercer momento). Esto significa que en parte, esta última es semejante con la primera, pero por otro lado, también distinta por la transformación que le implicó el encuentro con la alteridad (el/los O/otros).
En el Capítulo IX de Nuevo Punto de Partida para la Filosofía Latinoamericana, Juan Carlos Scannone (1990, pp. 147-171) presentó siete modelos ético-históricos de mediación de valores, mediante los cuales, las comunidades de la región han afirmado o negado su sabiduría popular desde los tiempos de la colonización (modelo colonizador, modernizador, subversivo, dialéctico, de resistencia, populista y liberador). En este capítulo, Scannone afirma que para que un pueblo sea auténticamente un nosotros-pueblo (o incluso, un pueblo de pueblos, o un nosotros cada vez más amplio) debe saber mediar ética e históricamente los valores de su sabiduría popular de manera analéctica.
En caso contrario, la comunidad caerá en modos de habitar el mundo (inherentemente éticos e históricos) que excluyen al diverso, ya sea, por no caber en los patrones universales abstractos, impuestos como verdad absoluta por una cultura dominante, o por caer dentro del grupo de los negadores que son dialécticamente negados en el segundo momento de la mediación dialéctica hegeliana/marxista (burgueses, neocapitalistas, imperialistas, etc).
La metodología analéctica logra escapar tanto de la dinámica universalista abstracta -que determina una única designación semántica de la categoría pueblo (civilizado o culto) en oposición a la barbarie (que no es cultura)-, como de la universalista concreta, propia de la lucha dialéctica entre pueblo y anti-pueblo (esclavo y amo, burguesía y proletariado, pueblo y anti-pueblo, etc). A saber, por lo dicho anteriormente, la analéctica permitiría superar los esquemas de polarización ideológica que estructuran la realidad política latinoamericana actual habilitando la convivencia de la unidad y la pluralidad, lo semejante y lo distinto. ¿Cómo lo logra? Al menos se nos ocurren cuatro razones para explicarlo.
En primer lugar, la analéctica se corresponde con el orden metafísico de lo real, es decir, sigue el mismo relacionarse de los tres horizontes globales de interpretación de la realidad que los pueblos latinoamericanos evidencian con mayor claridad en su lucha histórica contra el desarraigo del propio suelo (experiencia de estar). Entre los tres horizontes globales de interpretación (estar, ser y acontecer), los horizontes del ser (greco-europeo) y del acontecer (judeo-cristiano) se enraízan en la experiencia del estar (amerindio). La relación perijorética entre el ser, acontecer y estar denota que la realidad es una unidad plural, y que lo universal no es abstracto ni concreto sino situado o analógico.
En segundo término porque el nosotros-pueblo es un verdadero nosotros si el yo, tú, él/ellos no se reducen a meras individualidades ni a una masa normalizada en el que las distinciones quedan abolidas. Es un verdadero nosotros si se da la unidad (pueblo) plural (yo-tú-él/ellos) en el que cada uno/a sigue siendo cada uno/a en posición de servicio hacia la otredad. Del pensamiento de la alteridad de Levinas, la filosofía inculturada entiende que el otro que tengo delante se me presenta como una alteridad indefinida (por su voluntad libre), y que como tal, me exige una respuesta. Esto implica que en primer lugar, se debe entender al yo en su forma acusativa, a saber, como un “(he-) me (aquí)” más que en su forma nominativa (yo). Así, la analéctica respeta el modo uni-plural de la realidad y del nosotros-pueblo.
En tercer lugar cabe destacar que los pueblos logran síntesis vitales del sentido de la vida y de la muerte que constituyen su sabiduría popular. Esta última se manifiesta en los símbolos de los pueblos, los cuales, a través de diversas mediaciones ético-históricas (que también son ético-políticas) concretan su modo de vida en un determinado suelo (por eso se habla de geo-cultura más que de cultura a secas). Estos modos ético-históricos de habitar el mundo pueden expresar dichas síntesis, y posibilitar el surgimiento de otras nuevas, mediante el movimiento analéctico. Por dicha razón, la analéctica también se corresponde con el modo de crear síntesis vitales de los pueblos.
Finalmente, y en cuarto lugar, se afirma que la analéctica es una metodología apropiada para pensar una teoría política capaz de favorecer la integración regional latinoamericana porque los símbolos del pueblo respetan la estructura uni-plural de la realidad. El sentido eminente (tercera afirmación de la analéctica), que trae novedad ético-histórica, coexiste con el sentido primero (primera afirmación) aunque pase por la negación (segundo momento). Lo que resulta más llamativo es que el encuentro de la afirmación con la negación es lo que evita la absolutización de una verdad como lo absoluto, y abre la primera afirmación a la novedad que traer el tercero momento (transformando así también la negación). De esta forma, toda posibilidad de universalidad abstracta o concreta resulta abolida. En síntesis, la analéctica también se corresponde con la dinámica de los símbolos mediante los cuales se expresa la sabiduría popular.
En conclusión, una teoría política que piense lo social, político y económico por las sendas de la analéctica, posibilitará el acaecimiento y la coexistencia de pensamientos distintos en la semejanza del pensar, y por lo tanto, una integración regional que no excluya a nadie. En cambio, si se siguen los caminos propuestos por teorías políticas que se fundamentan en la desconfianza o erradicación de la alteridad bárbara (racionalidad analítica) o del anti-pueblo (racionalidad dialéctica), resultará imposible lograr una integración regional que no niegue de forma definitiva a la alteridad, y con esta, la posibilidad de un desarrollo uni-plural.
Bibliografía
· Bizin, L. (2021). “La necesidad de una nueva política para superar la polarización ideológica que dificulta la integración regional: aportes para una filosofía política inculturada en la sabiduría popular latinoamericana”. En Estela Sur, Comité de Geopolítica y Relaciones Internacionales, Artículos. Obtenido de (online: 25-09-2021):
https://www.estelasur.org/articulos
· Fresia, I. (2020). Estar con lo sagrado: Kusch y Scannone en diálogo sobre pueblo, cultura y religión. Ciccus: Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
· Gaudin, Y.; Pareyón Noguez, R. (2020). “Brechas estructurales en América Latina y el Caribe: una perspectiva conceptual-metodológica”. En CEPAL, Documentos de Proyectos (LC/TS. 2020/139; LC/MEX/TS.2020/36), Ciudad de México: Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Obtenido de (online: 25-09-2021):
https://www.cepal.org/sites/default/files/publication/files/46435/S2000836_es.pdf
· Malamud, C.; Nuñez, R. (2021). “Una América Latina fragmentada y polarizada afronta un intenso ciclo electoral (2021-2024)”. En Análisis de Real Instituto Elcano (ARI 8/202), 21 de enero de 2021. Obtenido de (online: 25-09-2021): http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es/publicaciones/ari
· Naciones Unidas (2021). América Latina es la región en desarrollo más afectada del mundo por la pandemia. Asuntos económicos, 4 de marzo de 2021. Obtenido de (online 25-09-2021): https://news.un.org/es/story/2021/03/1489112
· Scannone, J. C. (1990). Nuevo punto de partida en la filosofía latinoamericana. Guadalupe: Buenos Aires.
[1] No se ha escrito “de la diferencia en la identidad”, dado que no estamos utilizando el lenguaje propio de las filosofías del ser (línea parmenídea o hegeliana/marxista) sino el lenguaje propio de la analogía y de la filosofía latinoamericana que habilita la coexistencia (y la transformación) de lo semejante y lo distinto. [2] En la filosofía inculturada, la ética es inherentemente histórica y la historia inherentemente ética. En primer lugar, porque los modos de habitar el mundo de los pueblos (ética) se concretizan en la historia, y en segundo término, porque la historia es una realidad humana, y como tal, implica decisiones éticas.