Por Clara Affranchino
Un gobierno con poderes dictatoriales. Inutilidad del sistema electoral. Oposición combatida y suprimida. Aquel era el escenario de la Cuba de Fulgencio Batista, gobierno conocido como “el prostíbulo del Caribe” por sus estrechas relaciones comerciales con los Estados Unidos.
Sin embargo, 1959 se convierte en el año que cambiaría para siempre la historia de la isla. La Revolución cubana, liderada por Fidel Castro, había triunfado en el país. La clase media estaba preparada para recibir un nuevo mensaje político, independiente de la influencia norteamericana. Este viraje inspiraba en los jóvenes un sentimiento de esperanza y libertad, se iniciaba un camino para la creación de una nueva sociedad y de un estilo de vida.
El nuevo gobierno de Castro nacionaliza la economía, realiza un giro hacia la Unión Soviética, establece un régimen autoritario y lanza una política socioeconómica igualitaria. Se expropian y nacionalizan empresas extranjeras en Cuba, principalmente de los Estados Unidos, lo cual trae como consecuencia que en 1960 el gobierno de Washington embargue todo el comercio con la isla. Así se establece el primer Estado comunista en el hemisferio occidental y en el patio trasero de Estados Unidos, escenario que supo generar uno de los momentos más tensos durante la Guerra Fría tras la Crisis de los Misiles.
La sociedad cubana se polariza entre aquellos que defienden a ultranza al nuevo gobierno y aquellos detractores que optan por dejar el país al no estar de acuerdo con el líder emergente -quien se había hecho con los tres poderes. La sociedad socialista se hace con un solo líder y partido que determina qué es lo correcto y qué no lo es. El Granma, se termina por configurar como el periódico oficial de Cuba, monopolizando la información.
El régimen totalitario logró proporcionar educación y salud para todos, y la sociedad lo pagó con su libertad. Miles de opositores fueron descalificados como traidores y encarcelados, al tiempo que muchos otros encontraron en el exilio la mejor opción para luchar contra el régimen. La prosperidad económica jamás se pudo lograr y la responsabilidad, por supuesto, recayó en los Estados Unidos.
El 25 de noviembre de 2016, a los 90 años de edad, muere el icono socialista más importante de América Latina, y con él concluye el siglo XX. Miami festeja en éxtasis, mientras que en La Habana comienzan los 9 días de duelo en honor a su líder. Odiado por unos y amado por otros, Fidel Castro sobrevivió a once gobiernos estadounidenses, y a diferencia de otros dictadores, le cedió el poder a su hermano Raúl en el año 2006. Más allá de los sentimientos encontrados que se puedan tener hacia Fidel, este líder carismático respondió y moldeó un momento histórico del continente.
Ahora todos los ojos están puestos en el hermano menor del ex mandatario, quién ya anunció que no se hará reelegir en las elecciones de 2018. Pero ¿Qué destino le depara a Cuba? Con la muerte de Fidel y el acercamiento a EE.UU. (acercamiento ahora incierto en la era Trump), se corroen las fuentes tradicionales de legitimidad del régimen.
Su hermano se caracteriza por llevar un gobierno más pragmático, aunque no se termina por desvincular del socialismo. ¿Se podría esperar un proceso de apertura económica como la de China o Rusia? La realidad es que próximamente la generación posrevolución es la que estará en el poder, y la que heredará un sistema económico agonizante. Es por ello que se puede esperar un cambio tanto en lo político como en lo económico, aunque aún es muy pronto para empezar con supuestos.
“Los hombres pueden morir, pero las ideas no morirán jamás”, acaso ¿morirá con Fidel la revolución?