La respuesta al dilema del Reino Unido sobre ser o no ser parte de la Unión Europea (UE) llegó el jueves 23 de junio. Con la mayor participación desde 1992 y el 100% escrutado, durante el referéndum, el 51.9% de los votantes eligió la opción de abandonar la UE, triunfando así (por escasa diferencia) la opción del brexit.
El paquete de medidas que el Primer Ministro David Cameron negoció en febrero pasado acerca de los términos de la membrecía (si es que el pueblo británico elegía continuar en el bloque), incluyendo ítems como la soberanía (incorporación al Tratado de la UE de un ítem que exprese que el Reino Unido no sería parte de “una unión cada vez más cercana” y reconsideración de las leyes si el el 55% de los Parlamentos Nacionales de la UE votan en contra); sector financiero (excepciones y salvaguardas para evitar regulaciones europeas consideradas onerosas) y migración (limitación de beneficios laborales a migrantes en sus primeros 4 años de estadía y limitaciones en los ingresos), no alcanzó para torcer la balanza a favor de la permanencia de ese Estado en el bloque regional, como esperaban los miembros del Partido Laborista, Nacional Escosés, Plaid Cymru (Gales) y los liberales demócratas.
De acuerdo al Art. 50 del Tratado de Lisboa de 2009, el Reino Unido (y todos los países miembro de la UE) tienen derecho a abandonar el bloque de forma unilateral, notificando al Consejo Europeo, que pondrá en marcha un proceso de negociación seguido de la aprobación de los Estados miembro y el Parlamento Europeo, proceso que estiman llevaría al menos 5 años, lo cual permite pensar que en el corto plazo la huella sobre la Unión Europea no será tan marcada.
Sin embrago, el impacto de la decisión comienza a sentirse a nivel interno. Una de las consecuencias fue el anuncio de la renuncia de Cameron a partir de octubre del corriente año, debido a que el brexit vendría a derrumbar su propia construcción política debido a que fue él mismo quien se comprometió a organizarlo y así apaciguar el ala anti-europea dentro de su propio partido. En segundo lugar, Escocia e Irlanda del Norte comienzan a pensar en un nuevo referéndum para separarse del reino Unido e ingresar a la UE[1].
En el orden externo, otros puntos a tener en cuenta podrían ser las consecuencias financieras como la volatilidad en los mercados globales, la depreciación de la libra o la disminución de las inversiones en el Reino Unido y la desaceleración de la actividad por los coletazos de la decisión; políticas como el fortalecimiento de partidos antieuropeos o euro-escépticos o el impulso al independentismo escocés; y sociales como los subsidios financiados en el marco de la UE.
Cierto es que, con los resultados obtenidos, el Reino Unido y la Unión Europea ingresan en una nueva etapa de incertidumbre política y desafíos económicos, aunque, tal como aseguró el Presidente del Consejo Europeo Donald Tusk, el proceso de salida no será inmediato, sino que de acuerdo a los términos legalmente establecidos y su cumplimiento, podría llegar a durar aproximadamente 7 años.
[1] Cabe destacar que los resultados reflejan la intención de Escocia, Irlanda del Norte y la ciudad de Londres a favor de mantenerse en el UE, mientras que Gales y la mayoría de Inglaterra optaron a favor del brexit.