Por: Ignacio Orlando - Comité de Economía y Agenda Pública

Perú se prepara para llevar a cabo la segunda vuelta electoral el próximo seis de junio. Ese día se definirá quien va a ser el nuevo presidente incaico. Los candidatos son Pedro Castillo de Perú Libre y Keiko Fujimori por Fuerza Popular. Tras las pasadas elecciones generales del 11 de abril, donde además votar para presidente y vice, se eligieron 130 congresistas y cinco parlamentarios andinos. Castillo con el 18,9% de los votos y Fujimori con el 13,4% lograron meterse en el ballotage y entre ellos dos esta la persona que el próximo 28 de julio asumirá como el nuevo presidente de los peruanos. Ante una inminente nueva elección presidencial en la región, cabe preguntarse algunas cuestiones que buscaran ser respondidas en las siguientes líneas: ¿cómo llega la política peruana a esta segunda vuelta? ¿quiénes son los candidatos y que proponen? ¿qué esperar de la situación política del Perú ante un nuevo presidente y congreso?
En primer lugar, la política peruana llega al ballotage completamente desgastada y deslegitimada. Perú sufre, desde la salida de Alberto Fujimori del gobierno en el año 2000, de una intensa fragmentación partidaria. El sistema de partidos peruano se encuentra completamente polarizado. Esto se puede ver en la cantidad de partidos que presentaron candidatos para presidente, fueron 18 en total, y en la nueva conformación del congreso a partir de las pasadas elecciones. La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) informó que son diez los partidos que lograron superar el umbral del 5% de los votos para acceder a bancas por lo que el poder legislativo peruano estará conformado por diez distintas fuerzas políticas. Sumado a esto, el ausentismo electoral fue el mayor en 20 años, el 30% del padrón electoral no concurrió a votar en un país donde el voto es obligatorio. Mientras tanto, los votos nulos y en blanco alcanzaron el 18,6% en la elección para presidente y el 35,5% en el caso de los congresistas. Esta gran diferencia entre las dos ramas es posible que se deba al rol que tuvo el Congreso en la crisis política que vivió Perú el año pasado. En noviembre del 2020, el Congreso destituyo al presidente Vizcarra tras declarar la vacancia presidencial, hecho que desencadeno una profunda crisis política y social donde hubo masivas protestas en las calles y una feroz represión policial que causo heridos y muertos. Dicha crisis culminó con la destitución del entonces proclamado presidente, Manuel Merino, y la llegada al poder del congresista Francisco Sagasti hasta la asunción de un mandatario electo popularmente. Los peruanos parecen estar más descontentos con el poder legislativo que con el ejecutivo y lo hicieron notar a la hora de votar en blanco o impugnar su voto el pasado 11 de abril.
Las causas de esta crisis de representación que vive el Perú y de la enorme fragmentación partidaria que azota a su sistema de partidos son muchas. Sin embargo, podría decirse que las principales son, en primer lugar, la crónica aparición de escándalos de corrupción que caracteriza a la clase política peruana. Esto deslegitima a cada líder político que supo gozar de cierta popularidad. Desde la destitución de Alberto Fujimori en el año 2000 hasta la fecha, son cinco los expresidentes que están involucrados en casos de corrupción. En segundo lugar y relacionada con la primera, otra causa es la gran desconfianza que los partidos tradicionales del Perú despiertan en la opinión pública, debido al vínculo cotidiano entre los principales políticos del país y la corrupción. Esta relación contribuye a desprestigiar aquellos partidos que supieron ser relevantes en la historia política peruana. En tercer lugar, la sistemática aparición y desaparición de partidos nuevos para cada elección sustentados en un líder o interés particular también colabora con el cansancio que la sociedad tiene en la política. Por último, los recurrentes conflictos que se desatan entre el poder ejecutivo y legislativo afectan la gobernabilidad, hacen que los peruanos vayan a votar casi todos los años y generan un profundo desencanto en la población que ve como los políticos se pelean entre si mientras los grandes problemas del país siguen sin solución.
Realizada una mención a como llega la política peruana a las próximas elecciones, podemos pasar a presentar a los dos candidatos de la contienda electoral. Por un lado tenemos a Pedro Castillo, un maestro de escuela primaria y líder sindical de 51 años que se convirtió en el candidato más votado de la pasada elección, para la sorpresa de muchos. Adquirió notoriedad pública en el 2017 luego de dirigir una huelga de maestros en varias regiones del país que duro 75 días. Castillo es candidato por Perú Libre, un partido definido como de izquierda marxista. Nació en Cajamarca, en la sierra norte del Perú, y es un candidato bastante peculiar: en la primera vuelta fue a votar a caballo y siempre lleva puesto un sombrero de paja que lo caracteriza. Su base de apoyo esta en los sectores rurales y periféricos del interior profundo del Perú. Él mismo expresó lo siguiente a la hora de conocerse los resultados de la primera vuelta: "Quisiera saludar a los pueblos más olvidados de mi patria, saludar a los hombres y mujeres que están en el último rincón del país". Por otro lado tenemos a Keiko Fujimori, un apellido más conocido en la política peruana. Nació en Lima, tiene 45 años, fue congresista y es la hija del expresidente peruano Alberto Fujimori. Quien supo gobernar Perú desde 1990 hasta el 2000 y que actualmente se encuentra encarcelado por delitos relacionados a la corrupción, malversación de fondos, usurpación de funciones y violación de derechos humanos. La figura de Keiko, como la de su padre, no está exenta de polémicas. La candidata es investigada por presunta recepción ilegal de fondos en las campañas presidenciales del 2011 y 2016. Además, su nombre está vinculado a los sobornos de la empresa Odebrecht. Es la tercera vez consecutiva que Keiko se presenta como candidata a presidente, todas bajo el ala de Fuerza Popular. También por tercera vez consecutiva logra acceder a la segunda vuelta electoral. La candidata del fujimorismo perdió los dos ballotages anteriores. Sin embargo, a diferencia de estos, en este caso accedió como la segunda candidata más votada, no como la primera. Su base de apoyo se encuentra en aquellos sectores que recuerdan con buenos ojos los tiempos en los que su padre gobernó Perú y trajo estabilidad a la economía peruana.
Hecha ya una presentación formal de los candidatos, podemos pasar a las diferencias y similitudes de las dos opciones electorales. Las principales diferencias se basan en el modelo económico, la Constitución y la justicia. Castillo propone la ratificación de una nueva Carta Magna que le de al Estado un mayor papel en la economía. El líder sindical busca implementar un modelo de “economía popular de mercados”. Además, expresó que llevara a cabo la nacionalización de sectores estratégicos tales como el minero, gasífero y petrolero. Por su parte, la candidata de Fuerza Popular defiende la actual Constitución peruana y plantea una economía social de mercado. Busca una alianza entre el Estado y el sector privado para fomentar el empleo en blanco y desea lograr una mayor formalización de la economía peruana a través de una reforma tributaria que permita que pequeñas empresas tengan los suficientes incentivos para blanquear sus actividades. También desea aumentar la productividad agropecuaria, lograr una sana convivencia entre agricultura y minería, incentivar las obras de infraestructura en las áreas más remotas del país y reformar el sistema previsional para incorporar a independientes e informales y así ampliar la base de contribuyentes. En el área judicial, el candidato de Perú Libre ha expresado que desea desactivar el Tribunal Constitucional y conformarlo por nueve representantes electos por el pueblo. Fujimori se niega rotundamente a una medida semejante, aunque la existencia de causas judiciales que la involucran genera dudas sobre como tratara a la justicia en una eventual presidencia suya. A pesar de que los dos candidatos parecen ser radicalmente opuestos, en el ámbito social se pueden encontrar similitudes. Ambos candidatos se han expresado en contra del aborto, la eutanasia, la ideología de género y el matrimonio igualitario. Además, ambos sostienen que a la inseguridad se la combate con mano dura. Sin embargo, esta cercanía en lo social se puede deber a que la sociedad peruana es mayoritariamente conservadora por lo que un candidato con propuestas más progresistas seguramente no caería bien en el electorado.
Como conclusión a este artículo, el principal interrogante que surge es ¿qué le depara al nuevo presidente peruano? Tal como se ha mencionado anteriormente, la política peruana en los últimos años se ha caracterizado por una incesante pelea entre los poderes ejecutivo y legislativo, corrupción crónica que abarca a todo el arco político, incapacidad de los presidentes para culminar su mandato y un profundo cansancio de la clase política por parte de la sociedad. Gane quien gane las próximas elecciones, la situación no cambiara. Quien resulte vencedor tendrá que gobernar ante un Congreso sumamente fragmentado, una compleja crisis económica y sanitaria producto del Covid-19, que en América Latina parece no dar tregua, y una sociedad a la cual no le molestara salir a la calle para demostrar su descontento. En el horizonte de la política peruana se avecinan tormentas de inestabilidad, veremos si el próximo presidente lleva paraguas.