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La Santa Sede durante la pandemia del COVID-19: su soft-power en la agenda internacional

Por Luciano Bizin

Magister en Diplomacia y Política Exterior (UCES)

Comité de Geopolítica y Relaciones Internacionales

Palabras Clave: Santa Sede, COVID-19, Francisco, Soft Power, Agenda Internacional.

La situación mundial que estamos atravesando nos exige más que nunca, no caer en la desesperanza que una primera visión de la complejidad del sistema internacional puede llegar a generarnos. Por el contrario, lo que está sucediendo hoy en día, nos convoca como humanidad a pronunciar palabras de sentido que nos permitan salir de esta crisis siendo estructuralmente más justos y solidarios. En esa misma dirección recorreremos, los principales contenidos narrativos-comportamentales de la Santa Sede desde el surgimiento del COVID-19 hasta nuestros días.

 

La Santa Sede debe ser comprendida como un actor internacional que ha demostrado, tantísimas veces, la capacidad de instalar temáticas de discusión en la agenda social-ambiental, política y económica global. Las consecuencias de la expansión del COVID-19 a nivel mundial nos han mostrado de forma clara y evidente, que las estructuras sociales que constituyen e influencian en el sistema internacional, en mayor o en menor medida, no se encuentran configuradas para favorecer el desarrollo humano integral mediante la consecución del bien común.


Entendido esto, y que la vida humana ya no volverá a ser igual -para mejor o peor, según decidamos como sociedad- se considera provechoso escuchar la voz de la Santa Sede por su marcado rol político-moral en el sistema internacional. Estudiar sus etapas discursivas a lo largo del desarrollo de esta pandemia, puede ayudarnos a afrontar de forma más humana el tiempo que viene. Al momento se han encontrado las siguientes etapas discursivas del gobierno de la Iglesia Universal: (i) monitoreo y toma de conciencia del COVID-19; (ii) análisis estructural del tratamiento de la pandemia y principios morales de acción; y (iii) repensar el mundo para el tiempo post-COVID.


Monitoreo y toma de conciencia del COVID-19


No cabe ninguna duda que desde la visualización mediática del virus a nivel mundial, la Santa Sede ha seguido muy de cerca los avances del COVID-19. En un principio, y dado que los acontecimientos se desarrollaban en una zona geográfica bien delimitada, este actor internacional solo se limitó a monitorear la situación. A lo largo de esta etapa se observó que la Santa Sede se comportó como de costumbre ante el desarrollo de: (i) un acontecimiento internacional, regional o local de marcada relevancia política, social-ambiental o económica que viola la dignidad humana; y/o ante, (ii) una preocupación de carácter meramente pastoral para la Iglesia.


¿Cuál es este comportamiento actoral? Realizar pedidos de oración, y/o expresar su parecer por medio de la boca del Papa, o de un colaborador muy cercano cuyas palabras se verán ratificadas por el silencio o manifestación expresa del Pontífice.


Cabe destacar, que no fue hasta avanzado el mes de enero que el Papa Francisco hizo algún tipo de referencia con respecto a la cuestión del COVID-19. A saber, en el rezo del Ángelus del día domingo 26 de enero, el Santo Padre expresó su cercanía y rezo por las personas enfermas y fallecidas a causa del “virus que se ha propagado en China” (Francisco, 26-01-2020). Su mensaje fue dado tres días después del jueves 23 de enero, día en que el gobierno chino incrementó las restricciones en Wuhan.


Fuente: Reuters


Si bien la Santa Sede no desatendió el monitoreo y la provisión de ayuda al gobierno chino -enviando material de salud-, cabe destacar que tampoco restringió sus propias actividades hasta finales del mes de febrero, siguiendo así con su agenda pactada. Fue recién a partir de finales de este último mes, y luego de la expansión del virus a nivel europeo y en Italia, que la Santa Sede dispuso como medida preventiva, la cancelación temporal de los eventos programados en espacios cerrados. A saber, una de las últimas actuaciones públicas del Santo Padre hasta el centenario del natalicio de Juan Pablo II, aconteció el miércoles de cenizas (26-02-2020), fecha en la que al Papa se le sumó un resfrío que le hizo cancelar su agenda hasta el Ángelus del 1 de marzo.


A los efectos de corroborar que para esos momentos la Santa Sede seguía de cerca el dinamismo del virus sin desarrollar grandes temas discursivos con respecto a este, se puede decir que durante la celebración de aquel miércoles de cenizas, el Papa, no refirió comentario alguno con respecto al COVID-19; acción que sí llevará a cabo en el marco de las celebraciones de la semana santa y pascua. Esos días pueden ser considerados el punto de finalización de esta etapa debido que la Santa Sede restringió al mínimo la agenda del Santo Padre -con resultado negativo de hisopado-, mientras el virus seguía avanzando en Italia, Europa y el mundo.

El análisis estructural del tratamiento de la pandemia y principios morales de acción


Frente al avance de la pandemia en Italia, Europa y el mundo en general, la Santa Sede, con el Santo Padre a la cabeza, inició un proceso de análisis estructural del tratamiento del COVID-19 a nivel global, remarcando desde una perspectiva moral-religiosa un conjunto de estructuras sociales, políticas y económicas deshumanizadoras.


Si bien resulta complejo detallar en pocas hojas el contenido discursivo de esta etapa, una perspectiva analítica general nos permite destacar algunos acontecimientos y símbolos concretos de este periodo. Entre estos, cabe remarcar sobremanera, el rezo solitario del Papa Francisco el día 27 de marzo, cuyas fotografías han recorrido el mundo entero por la insinuación de una plegaria realizada en medio de una tormenta, expresión de una humanidad avanzada por la muerte y la desesperanza del COVID-19.


Uno de los principales ejes discursivos de la Santa Sede durante esta etapa ha sido el binomio economía y salud. ¿Cuál debe ser la justa tensión entre ambas categorías en un momento tan dramático para la humanidad? Con respecto a este tema, el gobierno de la Iglesia Universal no dudó en inclinarse hacia el valor supremo de la vida, en tanto que perdida, lógicamente, ningún otro valor tiene sentido. De todas formas, cabe destacar que la Iglesia no entró en una discusión polar, sino jerárquica, en materia de vida-salud y economía. De hecho, se logró identificar en este sentido la destinación de cuantiosos fondos económicos y materiales sanitarios a diversos países del mundo, y la conformación de un grupo de especialistas, con los objetivos de analizar la situación mundial y pensar la humanidad post-pandémica.


Se podría decir también, que el criterio de discernimiento por excelencia de la Iglesia para este tiempo, ha sido el término solidaridad, no solo en el sentido de asistencia individual a quien sufre una determinada privación, sino como nueva mentalidad o forma de relacionarnos como sociedad en estructuralmente hablando.

Según la Doctrina Social de la Iglesia, la solidaridad estructural debe empezar por los Estados y por el mundo empresarial. Una carta de Francisco, hecha pública por el Presidente del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales, desveló que el Santo Padre se encontraba gratificado por el abordaje de una gran cantidad de Estados con respecto a la pandemia, no así, para con otras situaciones que describió como un “genocidio virósico”, en tanto priorizaban la economía sobre la vida humana en el contexto de una cultura de descarte.


El llamado de la Santa Sede a una solidaridad estructuralmente nueva encuentra su antagonismo en las llamadas estructuras egoístas, o desde una perspectiva religiosa, en las estructuras de pecado. Durante este periodo se escuchó al Papa Francisco decir reiteradas veces, de una u otra forma, que la nueva estructura de solidaridad que tenemos la oportunidad de desarrollar como humanidad, nos pide una nueva visión de conjunto para superar el virus del “egoísmo indiferente” (Francisco, 19-04-2020). Algunos ejemplos muy claro en esa misma línea son los siguientes: la solicitud papal de contemplar la reducción o condonación de la deuda externa de los países más pobres (Francisco, 13-04-2020); el deseo pontificio de que los gobiernos evalúen la provisión de un salario universal (Francisco, 12-04-2020); y el pedido del Papa de un ejercicio científico conjunto en la búsqueda y distribución universal de una vacuna y tecnologías de prevención del COVID-19, que incluya a las poblaciones más pobres (Francisco, 03-05-2020).


Fuente: Clarín


Cabe destacar que el esquema de nueva solidaridad no se reduce solo al ámbito intra-humano. Otro contenido común de esta etapa ha sido la comprensión de la pandemia como consecuencia del vínculo humano con el ambiente, a saber, una cuestión que se desarrollará con mayor énfasis en la etapa siguiente en relación con la interconectividad de la realidad. Repensar el mundo para el tiempo post-COVID


Si bien resulta difícil establecer un momento preciso para el paso discursivo de la Santa Sede de la etapa anterior a la presente, la importancia simbólica de la reapertura al público de la Basílica de San Pedro el día de la celebración del centenario del nacimiento de San Juan Pablo II (18-05-1920), podría hacernos decidir por esta fecha, como inicio de esta nueva etapa -en la llegada del verano europeo- centrada en la reflexión del tiempo post-COVID.


Uno de los primeros acontecimientos que se considera importante remarcar de esta nueva etapa ha sido el 5to aniversario de la Encíclica Laudato Si (Francisco, 2015). Con motivo de dicha ocasión, en una entrevista dada al medio La Vie, el Card. Peter Turkson -Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral-, expresó que la pandemia había demostrado lo dicho por Francisco en dicha Encíclica:

“todo está interconectado y vinculado por un objetivo común: el servicio de la persona humana”

Se puede subrayar también que en esta la Santa Sede se ha mostrado más operativa con respecto a la necesidad de proveer ayuda material a los países más pobres -respiradores, subsidios económicos, kits sanitarios, entre otros. En ese mismo sentido, a fin de poder ofrecerse la ayuda humanitaria necesaria, el Papa se unió a la petición de un alto al fuego global requerido por las Naciones Unidas (Francisco, 05-07-2020).


En ese mismo sentido, el Cardenal Peter Turkson, volvió a repetir el pedido del Papa Francisco del alto al fuego mundial en la conferencia titulada: Preparar el futuro, construir la paz en el tiempo de la Covid-19. En aquella ocasión, el Prefecto también agregó: “las crisis interconectadas (salud, socio-economía y ecología) están ampliando la brecha no sólo entre los ricos y los pobres, sino también entre las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica”; a saber, una serie de problemáticas humanas que según el pensar de la Iglesia, solo se resolverán mediante el desarrollo de una nueva “globalización de la solidaridad” capaz de reflejar “nuestra interdependencia mundial” por encima de las individualistas “nociones estrechas de seguridad nacional”.


Otro hito remarcable de esta etapa ha sido el inicio de las catequesis papales llamadas Curar el Mundo, que se vienen desarrollando los días miércoles desde el 05 de agosto, en el marco de la conocidas Audiencias Generales del Santo Padre, a fin de

afrontar juntos las cuestiones apremiantes que la pandemia ha puesto de relieve […] y trabajar […] para construir un mundo mejor” (Francisco, 05-08-2020).

A saber, en la primera de dichas catequesis, el Papa Francisco indicó los principios de la Doctrina Social de la Iglesia que se deben tener en cuenta para leer el tiempo presente y pensar la post-pandemia: “el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común” (Francisco, 05-08-2020).


Finalmente, tendremos que esperar unos pocos días más, al inicio del 75° periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas -programado para el día 15 de septiembre-, para poder conocer el plan mundial que presentará la Santa Sede en su afán de promover una nueva humanidad. Según se ha podido conocer, el Santo Padre presentará ante los jefes de Estado del mundo, un plan global sustentado en el nadie se salva solo y en la generación de nuevas estructuras de solidaridad, a saber, una ocasión que nos ubicará como humanidad ante una apremiante nueva decisión moral, si cambiar, o seguir estructuralmente igual.

 

El artículo se encuentra bajo licencia de Creative Commons para Estela Sur.

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