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La Guerra al Borde del Precipicio: Riesgos Ambientales de Catástrofes Nucleares en Ucrania

Por Romina Morguen



La guerra que se desató en territorio ucraniano es la primera en la historia en involucrar directamente una nación que opera nada menos que 15 reactores nucleares (Braun, 2022). La producción de energía nuclear es un procedimiento extremadamente delicado y susceptible a condiciones exógenas como el clima, los desastres naturales o la disponibilidad de recursos energéticos alternativos. El más mínimo error es capaz de provocar emergencias que, de no ser resueltas a tiempo, derivarían en un sobrecalentamiento de los reactores nucleares y la emisión de radiactividad, con consecuencias catastróficas para la salud humana y el medio ambiente. El contexto bélico aumenta las probabilidades de que se produzca este escenario y la imprudencia de la estrategia rusa no hace más que realzar esos peligros.

El ejército ruso ha dejado en evidencia que un eje central de su estrategia bélica es tomar control de las centrales nucleares ucranianas. El 24 de febrero, las fuerzas rusas se apropiaron de la planta nuclear inoperativa de Chernobyl (Skibba & Barber, 2022). Más tarde, el 4 de marzo, asediaron la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa y la principal fuente de energía de Ucrania. El ataque provocó un incendio en un edificio de capacitación dentro de las instalaciones, despertando temores de una catástrofe nuclear (Braun, 2022). Una tercera central, de un total de seis en Ucrania, se encuentra ahora en riesgo. Las fuerzas rusas avanzan hacia la segunda planta más grande de Ucrania, la central de Yuzhnoukrainsk, y ya se encuentran a menos de 30 kilómetros aproximadamente (Potter, 2022).


¿Cuáles son los riesgos ambientales de la guerra en Ucrania?

En términos sustentables, la energía nuclear tiene un impacto positivo sobre el ambiente. Genera menor cantidad de emisión de gases de efecto invernadero a diferencia de la quema de combustibles fósiles. Sin embargo, la radiación nuclear es, al mismo tiempo, un riesgo muy grande que se toma con la finalidad de alcanzar ese beneficio (Barnett & Dovers, 2001).

Las centrales nucleares deben permanecer en constante monitoreo, ya que cualquier daño provocado a la capacidad de refrigeración de los reactores puede resultar en fugas de radiación. Incluso si el reactor se encuentra apagado se requiere de refrigeración continua por varias semanas para disipar el calor residual del núcleo. Si los reactores nucleares se sobrecalientan, el agua residual se convierte en vapor, derritiendo el combustible dentro del reactor y causando la liberación de radiación en la atmósfera (Devlin, 2022; Putte & Burnie, 2022).

Las consecuencias de la liberación de material radiactivo en el ambiente son inmensurables. La dispersión de radioisótopos de larga duración en la tierra, en el agua, en las plantas y en los animales convierte a la contaminación en irredimible. Adicionalmente, la contaminación por radiactividad es un problema ambiental de alto alcance, que traspasa las fronteras políticas y puede afectar a los países en formas inequitativas dependiendo de las condiciones climáticas. Por ejemplo, factores como la dirección del viento pueden trasladar la contaminación a regiones específicas con mayor intensidad, y las áreas con mayor lluvia están más expuestas, dado que las lluvias acarrean concentraciones más altas de radiactividad (Barnett & Dovers, 2001).

Precisamente, debido a las graves consecuencias de la interrupción de los sistemas de refrigeración, las centrales nucleares están construidas en base a un principio de “sistemas de seguridad en capas”. Es decir, que cuentan con varios sistemas de respaldo para mantener el proceso de refrigeración activo en caso de, por ejemplo, cortes prolongados de energía. El Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA) recomienda contar con 72 horas de combustible para suplir a generadores de emergencia. En tiempos de paz, ese sería un período de tiempo suficiente para poder restaurar la red eléctrica, garantizar la llegada de operativos de emergencia a las instalaciones o, al menos, el reabastecimiento de combustible diesel. Sin embargo, en tiempos de guerra, no hay garantía de contar con alguno de esos recursos a tiempo (Skibba & Barber, 2022). Los riesgos de una baja simultánea de los sistemas principales y de respaldo aumentan significativamente en el contexto bélico.

Las probabilidades de la interrupción de los sistemas principales son mucho mayores. El ataque de un misil o un cyber-ataque de parte de las fuerzas rusas podría generar cortes prolongados de luz. En el caso de la central de Zaporiyia, incluso daños ocasionados a la represa cercana del río Dnieper podrían comprometer las reservas de agua necesarias para la refrigeración de los reactores. La central es, además, vulnerable a peligros de inundación de la represa. En cualquiera de estos casos, si las circunstancias de guerra no permiten que los sistemas de respaldo entren en función, por ejemplo, si el ejército ruso no permite la adecuada operación del personal ucraniano en la planta o si dificulta el acceso de material pesado requerido, las consecuencias podrían ser catastróficas (Braun, 2022; Putte & Burnie, 2022; Skibba & Barber, 2022).

Los expertos concuerdan, sin embargo, en que es poco probable que Rusia realice un daño intencional a los reactores nucleares. Por un lado, al ser un país limítrofe, la dirección del viento podría dispersar la contaminación radiactiva fácilmente hacia Rusia. Por el otro, al menos el 50% de la energía en Ucrania proviene de las centrales nucleares. Aniquilar el suministro de energía definitivamente tampoco resultaría beneficioso para Rusia (Braun, 2022; Potter, 2022).

No obstante, teniendo en cuenta todas las posibles contingencias mencionadas previamente, aún si Rusia no considera el ataque directo sobre una central como una estrategia viable, las posibilidades de un error de cálculo, un accidente en combate imprevisto o la dificultad de llegada de los recursos de emergencia son peligrosamente altas.



Bibliografía


Barnett, J. & Dovers, S. (2001). Environmental Security, Sustentability and Policy. Pacifica Review: Peace, Security & Global Change, 13(2), 157-169. doi:10.1080/713604521


Braun, S. (4 de marzo de 2022). Ukraine: The risks of war in a nuclear state. DW. Recuperado el 19 de marzo de 2022 de https://www.dw.com/en/ukraine-the-risks-of-war-in-a-nuclear-state/a-60963926.


Devlin, H. (4 de marzo de 2022). How safe are Ukraine’s nuclear power plants amid Russian attacks? The Guardian. Recuperado el 19 de marzo de 2022 de https://www.theguardian.com/world/2022/mar/04/how-safe-ukraine-nuclear-power-plants-russian-attacks-zaporizhzhia.


Potter, W. (10 de marzo de 2022). The Fallout from Russia’s Attack on Ukranian Nuclear Facilities. War on the Rocks. Recuperado el 20 de marzo de 2022 de https://warontherocks.com/.


Putte, J. V. & Burnie, S. (2022). The vulnerability of nuclear plants during military conflict. Lessons from Fukushima Daiichi. Focus on Zaporizhzhia, Ukraine (Briefing). Greenpeace International. Recuperado de https://www.greenpeace.org/static/planet4-international-stateless/2022/03/6805cdd2-nuclear-power-plant-vulnerability-during-military-conflict-ukraine-technical-briefing.pdf


Skibba, R. & Barber, G. (25 de febrero de 2022). Risks to Ukraine’s Nuclear Power Plants are Small — but not Zero. Wired. Recuperado el 19 de marzo de 2022 de https://www.wired.com/story/ukraine-russia-nuclear-power-plant-chernobyl/.


Editado por Candela Silva Carrera.

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