Por Ramses Richani
Cuando se habla de mercado negro se hace referencia a la venta ilícita y clandestina de bienes y servicios al márgen de los gobiernos. Esta clase de mercados no se escapa de la industria bélica, ya que el tráfico de armas es una realidad que no incluye únicamente al armamento de circulación interna en los países, que es comúnmente utilizado para delitos, sino que, en zonas de conflicto, es donde realmente se consolida este mercado, a su vez financiando y alimentando diversos tipos de delitos.

En líneas generales, el tráfico de armas se entiende como toda transacción realizada fuera del control de las autoridades gubernamentales y los entes reguladores, debido a que se aprovechan los vacíos existentes en las leyes tanto nacionales como internacionales para poder realizarse. Una gran mayoría de las armas que caen en el mercado negro fueron fabricadas y comercializadas legalmente, pero debido a las grandes sumas de armamento que son producidos, se facilita el desvio hacia estos espacios de clandestinidad.
El suministro ilegal de armamento puede comprenderse bajo dos categorías:
1. Armas legales que luego se venden de manera ilegal, o se roban.
2. Armas que se fabrican directamente para venta ilegal.
Estas cuestiones ya mencionadas pueden observarse en dos casos particulares: la guerra entre Rusia y Ucrania, y los diversos conflictos contra los grupos extremistas religiosos en el Medio Oriente.
A partir de la reciente escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania, este último país, para hacerle frente a Rusia, recibió por parte de los países miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) múltiples cargamentos con armamento y equipamiento militar; el mayor soporte de equipo militar a Ucrania ha sido Estados Unidos, el cual le ha enviado armamento por un valor de aproximadamente 10.000 millones de dólares, el cual desembarca en Polonia y es transportado a Kiev, donde es distribuido entre los diversos frentes.
El proceso mismo de movilización de armamentos ha despertado el temor de muchos
países: debido al escaso monitoreo que este recibe al momento de llegar a Polonia, se logra que estos equipos acaben en el mercado negro. Por su parte la subsecretaria de control de armas de Estados Unidos, Bonnie D. Jenkins, enfatizó su preocupación con lo que podría llegar a suceder con la tecnología militar norteamericana, afirmando que “se toma muy en serio la responsabilidad de proteger la tecnología de defensa originaria de EE.UU”, y que incluso han tratado de mantener un constante contacto con Kiev para poder hacerle frente a este problema. Pero esto sigue siendo insuficiente, ya que todas las armas que llegan al sur de Polonia se embarcan hacia la frontera y luego se dividen en varios vehículos: camiones, camionetas, e incluso autos privados. Desde ese momento se desconoce su localización, en dónde se usan o si incluso se quedan en el país.
Este problema de distribución de armamento lo recalca Jonas Ohman, fundador de Blue-Yellow, una organización proveedora de equipos no letales a las fuerzas ucranianas. Ohman resalta el hecho de que de todo el armamento que se envía a Ucrania, las fuerzas armadas únicamente reciben el 40%, el resto suele ser vendido ilegalmente, u ocupado por diversas organizaciones criminales. Esto se debe principalmente a los constantes corrimientos de las líneas de enfrentamientos, a la inserción de milicias voluntarias y a la participación de los múltiples grupos de mercenarios que dificultan la correcta entrega de los armamentos.
Respecto a los conflictos con los diversos grupos extremistas en Medio Oriente, hay un caso que particularmente resalta por encima del resto: Afganistán.
Durante aproximadamente 20 años, el gobierno de los Estados Unidos asistió militarmente al ejército nacional afgano, alcanzando las cifras de 83 mil millones de dólares en suministros, armamento y entrenamiento a las fuerzas militares afganas. Durante la ocupación a Afganistán, el gobierno norteamericano entregó 600 mil rifles de asalto, 76 mil vehículos, 16 mil lentes de visión nocturna, 162 radios, 4700 humvees, 20 mil granadas de mano e incontables cantidades de munición, esto sin contabilizar los equipos enviados durante 2021. Una gran parte de este armamento fue vendido a múltiples milicias locales en el transcurso del conflicto, y cuando los talibanes tomaron el control del país, terminaron de ocupar el control absoluto de todo el armamento estadounidense, convirtiéndose así en un activo fundamental para el uso y la defensa del país por parte de los talibanes.
Al perder el monitoreo de los equipos y armamentos distribuidos en las zonas de conflictos, aumenta el caudal de armas que se insertan en el mercado negro, fortaleciendo, no unicamente a grupos criminales, sino también a las organizaciones terroristas alrededor del mundo. Este fácil acceso a la tecnología militar extiende el tiempo que pueden llegar a durar los conflictos y disminuye la diferencia entre el poder de fuego de ambas partes.
Pero la verdadera incertidumbre que causa esta situación es el impacto que estos negocios turbios tienen en la población y como las entidades gubernamentales podrían resolver esta situación.
Edición por Sofía Grandinetti