Por Matías Represas
Hace un tiempo en Argentina se ha comenzado a instaurar, en el debate público, el concepto de “economía del conocimiento”. Aunque todavía de forma incipiente, es cada vez más común escuchar sobre este nuevo sector de la economía en los medios masivos de comunicación. El mismo está desarrollándose y muestra grandes potencialidades para generar empleos de calidad. A su vez, este sector también brinda buenas oportunidades con vistas al comercio exterior, pudiéndose establecer como una de los principales exportadores de Argentina. Frente a esto, cabe realizar un análisis acerca de qué es la economía del conocimiento y cuáles son sus principales aspectos y potencialidades en Argentina.

Por economía del conocimiento se entiende “el conjunto de actividades económicas que requieren un intenso aporte del conocimiento humano para generar valor y ofrecer a la sociedad nuevos productos y servicios, que pueden ser aprovechados por todas las ramas de la producción” (Ministerio de Desarrollo Productivo, s.f). Las actividades agrupadas dentro son llamadas servicios basados en el conocimiento (SBC), éstos tienen la capacidad de generar bienes y servicios de consumo masivo, aunque al mismo tiempo tienen una participación activa y sumamente importante en los procesos de producción. Son capaces de generar soluciones innovadoras y eficaces a sectores diferentes como pueden ser los servicios financieros y la producción agropecuaria. Estas capacidades son las que ponen de manifiesto su importancia trascendental en el presente, a la hora de desarrollar la economía nacional.
A partir de la aceleración de los desarrollos tecnológicos, los SBC toman importancia tanto en la economía nacional como mundial. En otros tiempos, la capacidad productiva de los diferentes países se medía en su composición física, en su capacidad para desarrollar y fabricar una determinada cantidad de productos. Pero como explica Javier Carrillo (2005), terminada la Segunda Guerra Mundial, el impulso al desarrollo de nuevas tecnologías, junto con una visión integral de los procesos económicos, da como resultado un cambio en la incidencia de la producción física en el PIB de los diferentes países. La producción comenzó a depender cada vez menos de la producción de objetos manufacturados y a apoyarse más en la base intelectual de la producción. Es decir que las actividades que implican únicamente un desarrollo en términos industriales quedaron progresivamente relegadas, a favor de aquellas que implican el aditamento de valor a partir de su fusión con actividades del conocimiento, la ciencia y la tecnología.
Las empresas han comenzado a darle una importancia central a la innovación, dado que encuentran en su aplicación el génesis de una ventaja comparativa con sus demás competidores. La competitividad de las empresas, y su supervivencia en el largo plazo, se encuentra ahora signada por su capacidad de innovación en los procesos productivos, en las mejoras cualitativas de la producción y en el desarrollo de nuevos productos. De modo que la inversión y adquisición de nuevos conocimientos se establece como una acción especialmente importante a la hora de pensar el desarrollo económico.
Si nos centramos en las estadísticas, vemos que esto se refleja en el rumbo que el comercio mundial ha tomado: en el período 2005 - 2018 la comercialización global de SBC creció en un promedio de 8% anual, mientras que su contraparte de bienes, un 6% promedio anual. Esto pone de manifiesto la transformación que está ocurriendo y el desplazamiento desde una matriz industrial hacia una matriz de conocimiento cada vez más perceptible. Al mismo tiempo los SBC también han ganado peso en las exportaciones mundiales, desde un 42% en 2005 a un 48% en 2018.
¿Y la situación de Argentina?
En Argentina, el 12% de las empresas se dedica a los SBC, empleando a más 800.000 personas, de las cuales cerca del 64% son universitarios. Al mismo tiempo, se caracteriza por un gran dinamismo en el plano laboral. En primer lugar, el sector crece con mayor rapidez que los restantes sectores de la economía, de modo que genera velozmente nuevos puestos de trabajo. En segundo lugar, la alta demanda de trabajadores calificados contrapuesta con la poca oferta, empuja hacia arriba el promedio salarial del sector. Por otro lado, a raíz de la insuficiente oferta de trabajadores calificados se genera una dinámica de competencia entre las empresas, lo que redunda en una importante rotación del personal entre las mismas.
Ahora bien, desde el lado empresarial y comercial podemos destacar que el 95% de las empresas son micro y pequeñas empresas, las grandes empresas sólo representan el 0.3% del sector. La atomización de la oferta en este sector repercute de forma positiva en el desarrollo general del mismo. La ausencia de posiciones de poder sobre el sector fortalece y asegura la competitividad en términos de salarios, precios y calidad del servicio, por lo que el sector entero se ve beneficiado en gran medida.
En términos comerciales, veremos que el sector presenta un progresivo incremento de su participación, tanto en el mercado interno como en las exportaciones nacionales. El aumento del consumo de estos servicios en el mercado interno es liderado por los servicios informáticos. Mientras que, si nos enfocamos en los servicios exportables, veremos que la sub-categoría “servicios profesionales” representa el 70% de las exportaciones del sector, seguido por los servicios informáticos y telecomunicaciones con un 20%. Si realizamos una mirada sectoria a las exportaciones, encontramos que los SBC representan el 7% de las exportaciones totales, lo que equivale alrededor de 6.000 millones de dólares comerciales.
Potencialidades y políticas públicas
Como se mencionó a lo largo del texto, la economía del conocimiento y los SBC son generadores de empleo calificado. La urgencia de generar recursos humanos con las competencias necesarias para afrontar las tareas que los SBC requieren es altamente necesario para el desarrollo de este sector. Esta tarea exige una doble participación del Estado. En primer lugar, como sujeto responsable de brindar las condiciones de vida necesarias y adecuadas para el desarrollo intelectual de su población, y luego como potenciador del sector del conocimiento. Es decir, el Estado debe desempeñar un rol protagónico a la hora de auspiciar el desarrollo de la ciencia y tecnología, a través de subvenciones o incentivos al estudio en campos relacionados con los SBC. Los avances en términos de innovación derivados de la investigación en ciencia y tecnología son los que generarán un mayor valor agregado a los servicios brindados por las empresas, de modo que la participación de éste como promotor activo de los SBC puede potenciar la ampliación de la participación de este sector en la economía nacional.
A la par de esto, encontramos también la necesidad de desarrollar una infraestructura de conectividad adecuada. Según las estadísticas públicas, el 90% de los hogares a nivel nacional cuenta con algún tipo de conexión a internet. Pero este dato disminuye hasta incluso el 76% hacia el interior del país. Sumado a esto, la calidad de la conectividad se presenta como otra barrera a superar.
La mejora en estos puntos facilitaría el desarrollo del sector del conocimiento, dada el elevado uso de herramientas que requieren conexión a internet. De modo que no es posible expandir con constancia y solvencia el sector si a este desarrollo no lo acompaña la inversión en la infraestructura de conectividad requerida para poder desarrollar las tareas. Siendo así, el sector público tiene que brindar las condiciones necesarias para facilitar dichas actividades. Subvenciones y beneficios impositivos por exportación son solo algunos de las posibles políticas que fomentarían la entrada de inversiones privadas en el sector.
Pero más allá de estas políticas que posibilitan propiciar el desarrollo de los SBC, el desafío más importante que afronta el estado argentino es, quizás, el requerimiento central para el desarrollo del capitalismo: la planificación. La correcta planificación es el paso previo a la inversión. La misión del estado, en este plano, es la de fomentar la inversión del sector privado, pero esto no es plausible si éste no posee la capacidad de planificar rendimientos futuros de su inversión. Y la planificación a largo plazo está ligada a la estabilidad, la confianza y la certeza.
Las enormes variaciones en términos macroeconómicos que la economía argentina está acostumbrada a padecer son los motores que imposibilitan su desarrollo pleno. La inestabilidad política transmite incertidumbre general acerca del futuro próximo del país, generando grandes dificultades a la hora de llevar a cabo planificaciones sobre negocios. Al mismo tiempo, la bipolaridad en términos de política económica que el país ha atravesado durante la última década nos deja la certeza acerca de que no es posible lograr la ansiada estabilidad sin antes configurar un centro común de movimiento. Con esto me refiero específicamente a la necesidad de conformar acuerdos que permitan un desarrollo normal, predecible de las principales variables macroeconómicas.
Bibliografía
Javier Carrillo. (2005). Transeferencia, 2-3.
María Belén Rubio, M. M. (12 de 2019). Ministerio de producción. Recuperado de Argentina Productiva - Economía del Conocimiento: https://biblioteca.produccion.gob.ar/buscar/?fid=16
Penizzotto, D. (07 de 11 de 2021). Río Negro. Recuperado de https://www.rionegro.com.ar/economia-del-conocimiento-una-puerta-al-desarrollo-2020025/
Ministerio de Desarrollo Productivo(s.f). Economía del conocimiento. Recuperado en: https://www.argentina.gob.ar/produccion/economia-del-conocimiento
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