Pedro Javier Funes, Lic. Relaciones Internacionales
Comité de Agenda Pública Argentina, políticas comparadas e inserción al mundo
Palabras claves: COVID-19, Desigualdad, Racismo, Pobreza
En tiempos de crisis, quienes deben enfrentar más fuertemente sus efectos, suelen ser quienes se encuentran por debajo en la pirámide de distribución de ingresos. Frente a la pandemia resultante de la propagación del coronavirus a nivel global surge la pregunta sobre su impacto, y el de las políticas tomadas para hacerle frente, en los que menos tienen y en aquellos grupos étnicos minoritarios que han visto tasas excepcionales de mortalidad.
El impacto del virus en los más vulnerables
La lucha contra el COVID-19 se ha caracterizado por el fuerte accionar del Estado para tomar decisiones que tienen que ver con garantizar el distanciamiento social para evitar la propagación del virus y la posterior superación de la capacidad de los sistemas de salud. Sin embargo, las consecuencias de la definición de cuarentenas obligatorias y el impacto del virus no han sido equitativas, dejando expuestas una serie de desigualdades sistémicas en nuestro país y en el mundo.
“Tenemos una emergencia de salud, una emergencia humanitaria, y ahora también una emergencia de desarrollo. Estas emergencias están combinando desigualdades preexistentes. En economías avanzadas, estamos viendo tasas más altas de mortalidad en grupos ya previamente marginalizados. Y en los países en desarrollo, la crisis va a afectar más fuertemente a las poblaciones vulnerables”. (Amina Mohammed; 2020, s/d).
Bajo el discurso de “enfrentar la pandemia entre todos” hay quienes la enfrentan más que otros. Las condiciones de vida y la posición social hacen sentir más los efectos negativos de la pandemia en quienes ya se encontraban previamente en una situación desventajosa con respecto al resto. La capacidad para acatar órdenes de distanciamiento no son las mismas y tampoco es igual el acceso a los recursos necesarios para garantizar la higiene y disminuir la propagación del virus.
El acceso a servicios de salud de calidad no es universal y aquellos que se encuentran trabajando en la economía informal no sólo se ven expuestos a la pérdida de sus ingresos sino también a la falta de un seguro de salud que les garantice el acceso adecuado a los tratamientos contra el COVID-19. A su vez, aquellos que tienen mejores condiciones económicas o se encuentran en trabajos estables, tienen la posibilidad de realizar distanciamiento social y acatar las cuarentenas obligatorias sin perder sus empleos ni ver afectados sus ingresos ni sus posibilidades de acceso a los servicios de salud.
“Las grandes epidemias de este siglo han aumentado la desigualdad de ingresos y empeorado las posibilidades de empleo de personas con bajos niveles educativos, mientras que apenas han afectado a aquellos con altos grados de educación.” (Furceri, Loungani, Ostry, Pizzuto; 2020; s/d).
Las condiciones de vida también tienen influencia en la posibilidad de enfrentar el virus. El hacinamiento en los barrios populares y la falta de acceso a servicios esenciales como el agua corriente o productos necesarios para la limpieza y desinfección de superficies y manos influyen altamente en la propagación de COVID-19. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires las cifras de infectados en Barrios Populares es alarmante, representando alrededor de la mitad de los casos de la Ciudad (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2020).
“Las comunidades con altas tasas de pobreza son más propensas a estar expuestas al virus debido a, por ejemplo, falta de licencia por enfermedad remunerada, dependencia del transporte público, incapacidad para soportar los costos de la cuarentena, y residencia en lugares pequeños y compartidos con otras personas.” (Papadimitriou, 2020; pp 3).
A su vez, el COVID-19 ha afectado más fuertemente a aquellos que previamente tenían complicaciones de salud. En Chicago, por ejemplo, el 97% de los residentes que murieron por el virus tenían condiciones médicas preexistentes que los hicieron más propensos a ser infectados, siendo los afroamericanos quienes históricamente han mostrado altas tasas de enfermedades crónicas (Gobierno de Chicago, 2020)
Su conexión con la problemática racial
La pandemia del Coronavirus ha incrementado el impacto de las condiciones socioeconómicas desiguales preexistentes, incluidas aquellas resultantes de la discriminación racial sistemática hacia las minorías étnicas, quienes se encuentran sobrerrepresentadas en los grupos socioeconómicamente vulnerables y, de esta manera, más expuestos a las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia.
En Estados Unidos se han realizado numerosas manifestaciones que dejaron expuesta la discriminación sistémica hacia los afrodescendientes en el país y su impacto en la violencia policial ante el asesinato de George Floyd. Esta discriminación no sólo se ve representada en casos como el nombrado sino que afecta transversalmente la realidad de las minorías étnicas alrededor del globo.
El impacto del Coronavirus ha sido especialmente significativo en la comunidad afrodescendiente norteamericana. La mortalidad por COVID-19 en afroamericanos ha sido 2.4 veces más alta que para caucasicos, y 2.2 veces más alta que para asiáticos y latinos (APM Research Lab, 2020). Esta sobrerrepresentación de la comunidad afroamericana guarda correlación positiva con la pertenencia a los estratos sociales más bajos por ingreso, y con una mayor tasa de desempleo en relación a otros grupos étnicos en Estados Unidos (Bureau of Labor Statistics, 2020). A su vez, ocupa un porcentaje desproporcionado de los puestos de trabajos esenciales de bajos ingresos que han continuado sus actividades durante el distanciamiento social (Inequality ORG., 2020).
A su vez, esta escalada de mortalidad por Coronavirus en poblaciones negras en Estados Unidos puede estar mostrando las condiciones socioeconómicas desfavorables de dicho grupo. El patrimonio neto promedio de las familias blancas excede altamente el de las familias negras.

(McIntosh, Moss, Nunn, Shambaugh, 2020)
Alrededor del 21% de los afrodescendientes en Estados Unidos viven debajo de la línea de pobreza (Semega, Kollar, Creamer, Mohanty, 2019). Nacer en un hogar pobre restringe las posibilidades de acceso a bienes y servicios básicos y a una educación competitiva que garantice la inserción laboral, prolongando el ciclo de pobreza y disminuyendo las posibilidades de enfrentar y estar preparado para crisis económicas y sanitarias como la resultante de la propagación del COVID-19.
En Argentina la concentración de los casos de COVID-19 se ha encontrado principalmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, la tercera jurisdicción más afectada por el virus ha sido la Provincia de Chaco (Ministerio de Salud, Gobierno de la Nación Argentina, 2020), lo cual dispara una serie de interrogantes.
Los casos en Provincia y Ciudad de Buenos Aires resultan, ante todo, de una alta densidad poblacional que dificulta la contención del virus. Sin embargo, en Provincia del Chaco no encontramos gran concentración poblacional ni grandes ciudades, ya que la capital de la provincia (Resistencia) tiene una población de 290.723 habitantes (INDEC, 2010), por lo que no podría explicarse la propagación del virus por esos medios.
Surge la pregunta de si una mayor cantidad de personas viviendo en condiciones desfavorables podría haber sentado las bases para una mayor propagación del virus, llegando a una tasa de contagios por habitante tan alta como la observada en Chaco.
En el Gran Resistencia, durante el primer semestre de 2019 (datos más recientes disponibles) se “presenta una brecha de 4.5% más población pobre que en la región y 11.5% más que los 31 Aglomerados urbanos relevados” (Ministerio de Planificación, Ambiente e Innovación Tecnológica del Gobierno de Chaco, 2019; pp 1).
El noroeste argentino se encuentra sobrerrepresentado en términos de cantidad de población en condiciones de pobreza en relación con el resto del país y esta desigualdad ha queda expuesta a la hora de ver el impacto del coronavirus en las poblaciones vulnerables.
A su vez, el norte argentino es donde podemos observar la mayor concentración de comunidades originarias o descendientes de pueblos originarios.
“La situación de los pueblos indígenas en ciertas áreas es terrible, ya que viven en la extrema pobreza, en un aislamiento sociocultural y sin acceso a servicios básicos como la salud, la vivienda decente e incluso agua potable” (Mutuma Ruteere, 2016; s/d).
El mayor asentamiento de la comunidad Qom en Resistencia se encuentra en el Barrio Toba. La llegada del virus al barrio presenta los mismos desafíos que los encontrados en el Barrio 31 de Capital Federal, pero a una escala poblacional más pequeña. Las condiciones de vida, la falta de acceso a bienes y servicios básicos junto con el hacinamiento y la imposibilidad de los habitantes del barrio para afrontar los costos económicos del distanciamiento social sin un trabajo que lo permita, hace que la propagación del virus se dispare.
“Dada la variedad de perfiles de los diferentes grupos étnicos, algunos son más vulnerables económicamente dadas las restricciones actuales que otros, y esta dimensión es crucial a la hora de mostrar una imagen completa sobre las desigualdades étnicas expuestas por el COVID-19. La estructura de vivienda, perfiles ocupaciones y niveles de ahorro son importantes para considerar a la hora de científicas que grupo será el más vulnerable económicamente” (Platt, Warwick, 2020; pp 2).
A modo de conclusión
El impacto del Coronavirus en las comunidades vulnerables ha sido desproporcionado en comparación con otros grupos. Las altas tasas de mortalidad en comunidades afroamericanas en Estados Unidos y la cantidad de afectados de comunidades originarias en Chaco sólo dejan al descubierto un sistema de desplazamiento y marginalización de los grupos étnicos minoritarios que se ve reflejado en mayores niveles de pobreza y, de esta forma, los expone especialmente a crisis sanitarias como la que estamos transitando.
Una sociedad más igualitaria, en la cual la condición étnica no determina y se encuentran garantizadas las condiciones básicas para una vida saludable y digna, es una sociedad mejor preparada para enfrentar una pandemia y para contener la propagación de un virus como el COVID-19.
Lo ocurrido en esta pandemia es un llamado de atención sobre las condiciones en que viven los menos afortunados y sus efectos en la creación de las condiciones para una rápida propagación y un aumento de las tasas de mortalidad. Sin embargo, una vez superada la crisis sanitaria debemos enfrentarnos a otros desafíos. La capacidad económica para afrontar la post-pandemia debe tenerse en cuenta por las autoridades para que esta crisis no sea otro catalizador de las condiciones socioeconómicas desfavorables en que se encuentran las poblaciones étnicas vulnerables en Argentina y en el mundo.
Bibliografía
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