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Inflación: Historia y consecuencias de la problemática en Argentina.

Actualizado: 20 sept 2022

Por Matias Represas


El fenómeno inflacionario es uno de los principales escollos que las diversas economías del mundo han tenido que sortear durante el siglo XX. Desde la hiperinflación europea de posguerra, atravesando los brotes inflacionarios de principio de siglo (1914 - 1918) y mitad de siglo (1947) en Estados Unidos, hasta la espiralización inflacionaria de América Latina en el último cuarto de siglo. Si bien, la inflación ha sido considerada por la generalidad de los países como una problemática resuelta,la economía argentina se ha establecido como la excepción a la regla. Argentina presenta una larga tradición inflacionaria que se extiende desde el primer peronismo hasta la actualidad.


Tomando la definición de Kiguel (pp.236 2014)“la inflación se define como un aumento generalizado y continuo de los precios”. Esta definición encierra dentro de sí dos sentencias importantes que debemos observar para comprender el fenómeno: la generalidad y la continuidad. El primer aspecto hace referencia al modo que alcanza a todos los bienes y servicios que conforman una economía determinada. Al mismo tiempo, es continuo puesto que no se trata de un salto en un momento dado, más bien, es un proceso en el que los productos aumentan en diferentes momentos. En Argentina podemos observar este proceso de alza en los precios en al menos cuatro etapas diferentes: desde 1943 hasta 1969, desde 1970 hasta 1989, de 1990 a 2003 y finalmente desde 2004 hasta la actualidad.


La primera etapa responde a una inflación que se situó en un promedio anual del 30% donde la sociedad en su conjunto se acostumbró a convivir con estas distorsiones, de manera que el crecimiento no se frenó sino que se mantuvo estable.


Luego de este período, comienza la segunda etapa que va de 1970 a 1989, la cuál se encuentra signada por la aceleración de los procesos inflacionarios. La estabilidad en términos de tasa inflacionaria de décadas anteriores había quedado en el olvido. Algunos de los peores años en este aspecto serán 1976, con una tasa de 350% anual, 1983 con 700% de inflación anual y 1989 con una tasa de 7000% anual, siendo esta la cumbre de la hiperinflación argentina.


La tercera etapa de 1990 a 2003 lleva a cabo un corte tajante con la tradición inflacionaria argentina. La década de los noventa se podría decir que fue la antítesis de los ochenta en términos inflacionarios: Argentina presentó, a partir de marzo de 1990 una baja constante en la tasa interanual de inflación, que se normalizó en 1993 al llegar al 7.4% anual, pero que continuó descendiendo hasta, incluso, la deflación en 1999. Sin embargo, la devaluación que acompañó a la salida de la convertibilidad en 2002 generó un aumento de los precios del 40.9%, cifra que se redujo a un mínimo 3.7% en el 2003. Finalmente, la última etapa, que comprende desde el 2004 hasta el 2019, manifiesta una constante y creciente suba en la tasa de inflación anual cuyo punto máximo se alcanzó en 2019, llegando a un 53.9%. También, al igual que en la primera etapa, la sociedad se ha adaptado a convivir con la inflación como parte de la cotidianeidad. Frente a este panorama en el cual la inflación se extiende por tantos años, cabe preguntarnos si realmente en Argentina es un fenómeno exclusivamente monetario o, cuáles son las principales causas que subyacen a este fenómeno, y cuáles son las medidas que se toman respecto a la inflación


Antes de seguir, me gustaría rescatar una apreciación de Simon Kuznets: “hay cuatro tipos de países desde el punto de vista económico: los países avanzados, los países en vías de desarrollo, Japón y Argentina”. Esta famosa frase destaca la particularidad de las economías de dos países: la economía de Japón se caracteriza, al igual que la cultura japonesa, por el orden y la disciplina y se destaca su tendencia a desarrollar procesos deflacionarios. Por otro lado, tenemos la economía argentina cuya principal característica podría ser la carencia de una disciplina presupuestaria institucionalizada, hecho que se refleja con claridad en los constantes déficits fiscales.

Si bien Kuznets no detalla respecto a cuál característica de la economía argentina se refería, queda claro tanto para el observador promedio como para el informado, que bien podríamos interpretar esta frase como una referencia al carácter inestable de la macroeconomía que se refleja en inflación.

Habiendo mencionado esta particularidad de nuestra economía, queda por responder si la inflación, como sugiere Friedman (1983) “es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. Frente a esto, siguiendo los argumentos de Kiguel (2014), podemos establecer que no necesariamente en Argentina la inflación es un fenómeno sólo monetario. Dado que si bien el crecimiento de la oferta de dinero sin una contraposición en la demanda genera un aumento en los precios generales, no es este el único generador de la inflación, dado que encontramos también elementos adicionales como las pujas distributivas o la inercia inflacionaria que toman relevancia en el caso argentino.


Pero ¿Qué consecuencias ha dejado este fenómeno?


Este largo proceso inflacionario que abarca gran parte de nuestra historia no ha hecho nada más que dañar a la sociedad argentina. Los aumentos de precios constantes generaron en la sociedad un acostumbramiento a esta misma variación de precios, de modo que los productos han perdido su valor fijo. Dicho de otro modo, hemos perdido toda referencia real del costo de las cosas, y la consecuencia de esto es la dispersión de precios generalizada. Lo que significa que los productos ya no tienen un precio estándar, sino que este es relativo a quien lo está vendiendo y a los costos que el mismo posee. Los precios varían enormemente de un lugar a otro y ante la ausencia de referencias concretas se dificulta aún más la determinación acerca de si algo es barato o es caro.


También encontramos otros efectos que trae consigo la permanencia de la inflación en la economía argentina como la pérdida de confianza en la moneda nacional. El peso ha variado descendentemente su valor durante tanto tiempo que ha perdido utilidad como medio de ahorro en la visión de la sociedad argentina. Los ciudadanos suplen esta dificultad apelando al ahorro en monedas extranjeras, comúnmente en el dólar. Esto se refleja en la naturalidad de nuestro trato con la divisa norteamericana, además de la permanente vigilancia a las cotizaciones de la misma. El dólar, tal vez desde la devaluación de Celestino Rodrigo en 1975, y continuando con el proceso de hiperinflación de los ochenta se ha consagrado como la moneda de atesoramiento por excelencia, el peso en cambio, se ha establecido como la moneda transaccional. Ambas monedas conviven en la economía argentina, generando otros problemas.


Pero los efectos corrosivos de la inflación antes mencionados no son grandes procesos alejados del ciudadano de a pie, sino que todo lo contrario, son fácilmente palpables en la realidad cotidiana. Los aumentos de precios constantes corroen el poder de compra de los asalariados, de modo que su consumo se encuentra progresivamente reducido a causa de las subas inflacionarias. La ausencia de referencias reales en los precios llenan de dificultad la determinación de si un precio es o no justo, además da lugar a que las empresas aumenten sus precios sin justificativos reales en un encarecimiento de los costos, aumentando así su margen de ganancias. Lo mismo sucede con la cotización del dólar. Si bien es cierto que los precios de determinados bienes están sujetos a las variaciones del valor del dólar, especialmente los importados,lo concreto es que ante un aumento o expectativa de aumento en la cotización de la divisa, los precios en general suelen aumentar como método de protección ante la posibilidad de una devaluación. Este método de resguardo, fundado en la década de los ochenta, traslada un nuevo aumento al bolsillo del consumidor que sufre como viendo que su poder de compra real disminuye año a año, mes a mes.



Bibliografía


Bae Negocios. (28 de 01 de 2022). Obtenido de Bae Negocios: https://www.baenegocios.com/politica/Los-10-puntos-clave-para-entender-el-acuerdo-con-el-FMI-20220128-0049.html


Kiguel, M. (07 de 1986). Jstore. Obtenido de https://www.jstor.org/stable/3467033


Kiguel, M. (2015). Las crisis económicas argentinas: Una historia de ajustes y desajustes. Buenos Aires: Sudamericana.


Pablo, J. C. (16 de 12 de 2021). La Nación. Obtenido de https://www.lanacion.com.ar/economia/cual-politica-economica-cual-equipo-economico-nid16122021/

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