Por Germán Bruera*
¿Cuál es el análisis que se puede realizar luego de la victoria de Emmanuel Macron el domingo pasado? El candidato de En Marche ! obtuvo el 66,10% de los votos frente a Marine Le Pen, candidata del xenófobo, euroescéptico y ultranacionalista Frente Nacional, que obtuvo el 33,90%. Es la primera vez en la historia francesa que ni el candidato republicano o socialista pasa a la segunda ronda. Dicho esto, es posible sostener que este resultado tendrá repercusiones a nivel nacional y europeo.
Primeramente, el ascenso de Macron al Palacio del Elíseo puede ser interpretado como un punto de inflexión en el régimen político francés. Pese a haber sido ministro de economía durante el gobierno de Hollande por dos años y contar con su apoyo, Macron posee poca experiencia en la función pública más allá del largo camino recorrido en la banca internacional. Así y todo, desafió las estructuras partidarias tradicionales, es decir, la socialista y republicana, y creó su propio movimiento político hace tan solo un año. Impulsado, en gran parte, por el desencanto del electorado respecto de la clase dirigente y su condición de centrista independiente, se convertirá en el presidente electo más joven en la historia de la república francesa.
Dicho esto, los desafíos que deberá enfrentar Macron desde el comienzo de su quinquenio son considerables. Francia continúa en Estado de Emergencia desde finales de noviembre de 2015 y la amenaza terrorista “nivel atentado” sigue vigente. Al mismo tiempo, deberá intentar conciliar una sociedad francesa que se encuentra profundamente dividida tal como lo reflejaron los comicios en primera vuelta y el ballotage. Por una parte, los partidos de extrema derecha e izquierda nunca habían cosechado tantos votos. Por otro lado, en la segunda instancia, se registró un alarmante 24% de abstención[1], la cifra más alta desde 1969, en los comicios marcados por los acontecimientos del famoso mayo francés del ‘68. En otras palabras, Macron deberá interpelar a estos sectores en un marco de malestar social general. En último lugar y no por ello menos importante, Macron tendrá que mejorar los indicadores socioeconómicos. Francia sigue acorralada por problemas de desempleo, crecimiento y competitividad.
De todas formas, a corto plazo, el foco está puesto en las elecciones legislativas de junio. Dado el particular régimen semipresidencialista francés, los escaños que obtenga el partido de Macron condicionarán el margen de maniobra que tendrá el presidente electo para gobernar y llevar a cabo las reformas fijadas en su programa. El mayor obstáculo que prevé Macron es que se dé una situación de cohabitación en la que la mayoría parlamentaria sea de un partido diferente al del presidente de la república. Este fenómeno solo ocurrió tres veces en la historia. Macron se verá en la necesidad de tejer alianzas con otros sectores del espectro político si quiere asegurar un mandato más estable y evitar este escenario.
En segundo lugar, es crucial entender el impacto de este resultado en la esfera europea. La derrota[2] de Le Pen significó un verdadero alivio en Bruselas. El potencial referéndum para validar el Frexit –la salida de Francia del bloque europeo-, propuesto por esta candidata, podía hacer peligrar la misma existencia de la Unión. Desterrada esta posibilidad, la UE confía que Macron junto a la canciller alemana Angela Merkel, fortalezcan el bloque de contención frente a la marea nacionalista que se expande en Europa a paso firme. Es sabido que la cooperación franco-alemana es una piedra angular del proyecto de integración y condición necesaria para reavivar el ideal europeo en este momento crucial en el que, además, las negociaciones por el Brexit están a punto de comenzar.
Macron ha sostenido en múltiples oportunidades que es un europeísta convencido. Es tal el compromiso macroniano hacia la UE que, en un poderoso gesto de apertura, la Oda a la alegría de Beethoven, el himno de la Unión, en lugar de la Marsellesa, fue tocada antes de su discurso en el Louvre en la noche de su victoria. De acuerdo con Macron, el destino común de los europeos debe ser defendido pese a las reformas que deban ser implementadas en la UE.
Así, Macron tiene como desafío liderar la presidencia de la república francesa y la construcción de una estructura partidaria y ganar una mayoría en la Asamblea nacional, junto al compromiso de salvaguardar la integridad del proyecto europeo. Es a partir de este domingo cuando asuma la primera magistratura que deberá demostrar si está a la altura de tamaña responsabilidad.
[1] Cabe destacar que si se suman las abstenciones, los votos blancos o inválidos, se llega a un 34% del cuerpo electoral. En otras palabras, por el motivo que fuere, esa porción del electorado no se sintió identificada ni con la propuesta de Macron ni con la de su rival Le Pen.
[2] Si bien objetivamente el Frente Nacional perdió las elecciones, si se analiza el fenómeno desde una perspectiva histórica, podemos afirmar que el partido ha venido fortaleciéndose. Por primera vez, la extrema derecha francesa sumó más de un tercio de los votos. El otro round electoral clave en la historia del Frente fue el ballotage de 2002 en el que Jean Marie Le Pen, padre de Marine, cosechó solamente el 18% frente al republicano Jacques Chirac.
*Germán Bruera: Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad de San Andrés)