Por Marina Dotor González
Estudiante de Relaciones Internacionales (Universidad de Nebrija)
Comité de Geopolítica y Relaciones Internacionales
Palabras clave: Unión Europea, Rusia, Bielorrusia, Elecciones, Lukashenko.
La Unión Europea y Rusia siempre han tenido una tensa relación debido a la gran ambición de ambos actores por el control regional del continente europeo. Los acuerdos bilaterales suelen ser una tarea ardua que implica arduas negociaciones y meses de trabajo para ajustarse a los objetivos de ambos. En agosto de 2020, las relaciones entre el bloque continental y el gigante euroasiático se tensaron aún más debido a las elecciones de Bielorrusia, país clave para Putin.
Tras la sexta victoria de Lukashenko en Bielorrusia, saltaban las alarmas sobre los países miembros de la Unión Europea que tildaban estas elecciones de fraudulentas, animando al electo presidente a repetirlas con observadores internacionales para garantizar la democracia del país. En cambio, Putin felicitaba y mostraba su total apoyo al ya reelegido presidente por su victoria y por su gestión sobre el país desde el año 1994.
La contraposición de intereses entre el bloque europeo y Rusia es algo frecuente, ya que a pesar de compartir frontera, se sigue palpando aún el telón de hierro que les dividía férreamente hasta finales del siglo pasado. Bielorrusia, situados entre ambas, tiene en su poder la capacidad para moldear las relaciones entre ambos a su gusto. Es por ello, que tanto a Putin como a Merkel, les conviene tener cerca de su esfera de poder al país y así tener un aliado más en la carrera por el control regional.
Desde agosto, Bielorrusia se ha visto envuelta en revueltas sociales y conflictos diplomáticos y políticos debido a sus recientes elecciones. Pero estas nuevas revueltas en la exrepública soviética no vienen solas, sino que vienen acompañadas de una larga historia de cambios durante el último siglo. Para ponernos en contexto debemos primero recalcar el hecho de que Bielorrusia ha pasado por cinco cambios de fronteras y regímenes hasta llegar al país que es hoy en día. No fue hasta la caída del muro de Berlín en el año 1989, que Bielorrusia dibujó por primera vez sus fronteras actuales, proclamándose finalmente como país independiente, el 27 de julio de 1990, un año antes de que cayera por completo la Unión Soviética.

Fuente: Segei Supinsky/AFP
Tras todos estos cambios sucedidos durante el siglo XX, Bielorrusia necesitaba estabilidad para poder empezar a crecer como lo estaban haciendo sus vecinos del continente. Fue entonces cuando comenzó el gobierno del actual Presidente Aleksandr Lukashenko, en 1994 quien fue proclamado presidente en las primeras elecciones democráticas del país. A día de hoy, la legitimidad de las elecciones en el país ha sido puesta en duda por varios organismos internacionales y la propia Unión Europea solicita la democratización de las elecciones ya que el Presidente, que en sus primeras elecciones obtuvo tan solo el 45% de los votos, desde entonces ha obtenido siempre el 80% de los votos. Además, el Presidente Lukashenko ha ido amoldando progresivamente las leyes del país en su favor hasta dominarlo casi por completo.
Este verano tuvo lugar las últimas elecciones del país, en las que se enfrentaban Lukashenko y Svetlana Tijanóvskaya, mujer del bielorruso encarcelado, Serguéi Tijanovsk, quien se encuentra ahora en el exilio en el país vecino de Lituania. El 3 de agosto de 2020, tras la crisis mundial sanitaria a la que Lukashenko hizo caso omiso, saldría de nuevo reelegido como Presidente por cuarta vez consecutiva con un 80% de los votos una vez más.
Las reacciones tardaron poco en llegar esta vez. Tras conocerse los ya esperados resultados, la Unión Europea fue la primera institución en condenar estas elecciones y no reconocerlas por fraude, e instar al presidente a volver a convocar las elecciones, ofreciéndose incluso como observador internacional para garantizar la legitimidad de los resultados. Además, la Unión Europea también apoyó las propuestas pacíficas que ocurrieron en Minsk durante el pasado mes de agosto.
Por otra parte, la Rusia de Putin hacía lo contrario a la Unión Europea y felicitaba al Presidente por su reelección. El Presidente Putin sabe que Bielorrusia es un gran aliado geoestratégico, siendo esta su frontera inmediata con la Unión Europea y la OTAN. Y es por esto, que Putin invierte mucho tiempo y dinero en crear y subvencionar una buena relación unilateral entre ambos países. Rusia es quien financia parte de la economía bielorrusa gracias al suministro de combustibles y gas baratos.

Fuente: Alexey Druzhinin/AFP
Ambos países son conscientes de su necesaria reciprocidad, uno para subsistir y otro para ejercer su influencia y controlar desde cerca al bloque europeo. Además, Rusia trata de establecer bases militares en el Bielorrusia para tener así un punto militar en la frontera con la OTAN, aunque aún sin éxito. También hay sobre la mesa una propuesta de integración política de ambos países; aduanas y fronteras abiertas, conservando los dos Estados. Pero el presidente Bielorruso aún no ha cedido a esta petición ya que prefiere mantener su soberanía sobre el territorio con la financiación rusa.
Es por todo esto que, a pesar de que Lukashenko reproche públicamente ciertas acciones del Kremlin e intente alejarse de su esfera, no hay indicio alguno de que Bielorrusia rechace las ayudas que le manda Rusia. Es más, Bielorrusia sigue siendo el mejor aliado del Presidente Putin para acercarse a Occidente.
La insistencia de la Unión por el acercamiento a ex repúblicas soviéticas es algo que atenta contra los intereses del Kremlin, por lo que Putin siempre intenta mantenerlas cerca de su órbita de control con este tipo de financiaciones y tratados bilaterales. En cambio, la Unión Europea está también en contra del control que se quiere mantener y aboga siempre por la libertad y la soberanía de los países que antes pertenecieron a la URSS.
Debido a estos tires y aflojes históricos entre el este y el oeste de Europa, puede que este no sea uno más sino que rebose el vaso que lleva desde los años 50 llenándose. En un principio, la Unión Europea se limitó a condenar el resultado de las elecciones Bielorrusas pero al final, el grupo de los 27 ha decidido ir más allá e imponer sanciones al país fronterizo con Rusia.
Desde el pasado mes de septiembre los países miembros de la Unión Europea comenzaron a ponerse de acuerdo en qué medidas tomarían para sancionar a Bielorrusia, a quién parece que el no reconocimiento de sus elecciones por todos los miembros no le molesta demasiado. Finalmente fue el día 2 de octubre cuando las sanciones fueron aprobadas. "Hemos decidido aplicar las sanciones, hemos tomado la decisión formal esta noche y es algo inmediato", confirma el presidente del Consejo de la UE, Charles Michel. Aunque entre estas sanciones se encuentran 40 nombres de los responsables del fraude electoral, Aleksandr Lukashenko no estaba entre ellos ya que se esperaba que el presidente acepte la mediación por la OSCE. En cambio, tras nuevas protestas y su consecuente represión, la Unión Europea añadió a esa lista a otros 15 nuevos representantes del gobierno, incluyendo al Presidente Lukashenko y a su hijo.
El Consejo Europeo ha calificado los hechos como: “inaceptable violencia ejercida por las autoridades bielorrusas contra manifestantes pacíficos, la intimidación y las detenciones y reclusiones arbitrarias que se han producido tras las elecciones presidenciales”. Las sanciones se han intensificado y acelerado debido a otro suceso que ocurrió en septiembre, el envenenamiento de Navalny, el opositor ruso. La Unión Europea se vio obligada a condenar también este crimen y por ello, vieron necesario la rápida propuesta de las sanciones.
Como respuesta a estas imposiciones, Bielorrusia impondrá también sanciones al bloque europeo para “proteger sus intereses nacionales” entre las cuales se encuentran: prohibición de entrar al país a ciertas personas y la posible retirada de Bielorrusia de ciertos acuerdos con el bloque, además de la revisión de sus misiones diplomáticas en los 27 países miembros.
Tras esto, se ha confirmado el esperado nuevo acercamiento de Lukashenko a Putin, a quien le favorecen enormemente las sanciones europeas para mantener a Bielorrusia en su esfera de influencia y quizás, poder crear esa unión de países que tanto desea.
Bielorrusia podría pasar a ser ahora la nueva clave para la buena relación entre la Unión Europea y Rusia. Aunque hoy en día sea todo lo contrario, este nuevo eje sobre el que giran las dos potencias puede suponer un cambio en las negociaciones de ambos aunque también, este revuelo sobre Bielorrusia puede hacer ganar más poder al Presidente Putin y poner a la Unión Europea contra las cuerdas con los tratados para el comercio de gas y carburante a la región. Para el fin de este confuso 2020, quizás encontraremos una distinta relación entre la Unión Europea y Rusia, teniendo ya a Bielorrusia completamente integrado en el Kremlin.
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