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El impacto de Trump sobre el escenario político global

En el marco de la Jornada pre-Congreso SAAP que tuvo lugar el 11 de Mayo en la Universidad Católica Argentina, se abordó el temática de “La política internacional en la era de Trump: Implicancias para América Latina y Argentina”. Esta contó con la participación de reconocidos académicos y profesionales, entre ellos, nuestro fundador el Dr. Carlos Regazzoni, el General Julio Hang y el periodista Jorge Elías. A continuación exponemos sus análisis.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. generó todo tipo de repercusiones a nivel mundial. No solo sorprendió a muchos países que descontaban un triunfo demócrata y ya habían expresado su amplio apoyo a Hillary Clinton, sino que provocó (y continúa haciéndolo) un amplio rechazo y convulsión a nivel interno: por primera vez en la historia de ese país se ponía de manifiesto un clivaje profundo del cual poco se hablaba hasta hace unos meses. Trump logró concentrar el voto del mainland norteamericano con eslóganes simples pero contundentes (Make America great again, America First) lo que, en suma,  terminó poniendo en relieve la crisis que atraviesa el orden liberal tal como lo conocemos.

El análisis de los primeros 100 días de su gestión en el plano estratégico global nos indica que Trump quiere enviar una señal clara al mundo: no sólo cree lo que dice, sino que está dispuesto a hacerlo. Y, además, tiene la voluntad de hacerlo. Al asumir en su cargo, Trump se encontró con un EE.UU. con una capacidad militar inigualable y con socios estratégicos en la OTAN cuya suma de PBIs representa cerca del 50% del PBI mundial. De este modo, al evaluar su actuación frente a algunos de los conflictos y problemas de seguridad internacional más graves se puede observar que está tomando posturas activas, algo que durante la campaña se había negado a hacer. Ejemplos son el combate contra ISIS y la tensa situación existente con Corea del Norte.

Por otro lado, la relación con Rusia y China parece ser ambivalente. Ambos países experimentaron durante los últimos años un crecimiento económico y militar muy importante, a la vez que reafirmaron su poder en sus buffer zones (o zonas de influencia). Putin se presenta como un aliado de Trump mientras que Xi Jinping mantiene una posición pragmática.

El vínculo entre EE.UU. y China representa un capítulo aparte en lo que se refiere al presente y futuro del orden global: frente a la crisis actual del mundo liberal –personificado en las instituciones de Bretton Woods-, China emerge como una posible candidata a la hora de exportar un nuevo modelo económico y político al mundo. Sin embargo, nos preguntamos ¿Será capaz de hacerlo?

China, a diferencia de EE.UU., posee una sociedad de clase media a baja emergente, cuya demografía se caracteriza por el envejecimiento de su población, producto de políticas de control de la población como la de hijo único. EE.UU., en cambio, tiene una población joven cuyo nivel de desarrollo es de los más altos a nivel mundial. Esta disparidad nos lleva a pensar acerca de las diferencias en los modelos de crecimiento de ambos países: durante las últimas tres décadas las exportaciones de manufacturas baratas y la expansión de las inversiones impulsadas por el gobierno chino llevaron al país a un crecimiento económico sostenido. No obstante, sus líderes son conscientes de que ese modelo es insostenible y que, si desean poder seguir consolidándose como una potencia a nivel mundial, deben resolver el problema de la fuerte inequidad que existe en su país. Para lograrlo se ha comenzado a desarrollar un nuevo modelo económico basado en el consumo, una expansión del sector de los servicios e innovación tecnológica.  Este proceso de cambio va a poner a prueba la estabilidad del régimen político chino y su voluntad de adquirir reformas que le permitan sostenerse en el mundo actual y, tal vez, proyectarlo a nivel global. Cierto es que hasta el día de hoy China se ha caracterizado por basar sus vínculos internacionales en términos meramente comerciales: China hoy es el principal socio comercial de 124 países –mientras que EE.UU. solo lo es de 52 países.

Por su parte, Trump representa a un electorado que cuestiona a las instituciones liberales y que espera que su gobierno vuelva a centrarse en las necesidades de su pueblo, y no en ser el hegemón del mundo.  Trump supo promover que era el adecuado para llevar adelante ese cambio durante su campaña, pero podemos dejar abierta la pregunta acerca de si lo logrará (o si realmente buscará hacerlo).

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